lunes, 29 de septiembre de 2014

Oliver Stone: Un infiltrado en Hollywood

Si un guionista de Hollywood se hubiese propuesto escribir la historia de un gringo antiimperialista que, a pesar de ello, triunfa en la gran industria del cine, seguramente le hubiesen aceptado la idea por lo extravagante e improbable. Después de todo, el show business capitalista vive de protagonistas que solo existen en la ficción y sus alrededores: superhéroes, extraterrestres, presidentes de Estados Unidos interesados en la paz mundial… en fin, ese tipo de fantasías. Sin embargo, el personaje de la loca idea existe en la realidad, y se llama Oliver Stone.

Este neoyorquino nacido en 1946 ha logrado la notable hazaña de convertirse en una gran figura de la cinematografía estadounidense, a la vez que ha asumido públicamente las críticas más duras contra el sistema político que tiene en Hollywood uno de sus principales batallones de artillería.

Por supuesto que lo ayudó la época en la que le correspondió vivir, pues de haber tenido estas actitudes en los días del senador Joseph McCarthy (esos que Lilian Hellman describió en su libro Tiempo de canallas), no habría llegado ni a la esquina.

La capacidad para producir los materiales típicos del gran negocio del cine le permitió convertirse en niño consentido, con películas netamente comerciales como Expreso de medianoche, Conan, el bárbaro, Caracortada (en las que intervino como guionista) y Asesinos por naturaleza (como director). Pero su espíritu contestatario y cierto gusto por la provocación le han convertido también en el autor de una contundente obra rebelde. Piezas como Pelotón, Nacido el 4 de Julio y El cielo y la tierra conforman una trilogía muy punzante sobre uno de los grandes traumas de la sociedad estadounidense del siglo XX: la guerra de Vietnam.

Stone abordó ese tema, dicho sea de paso, con conocimiento de causa, pues intervino como combatiente en ese conflicto e, incluso, retornó con honores, condecorado con la medalla de la Rosa Púrpura, en reconocimiento de su heroísmo.

Esas películas fueron más que suficientes para granjearle la animadversión de la derecha estadounidense, que sintió cuestionados algunos de sus valores fundamentales, como el guerrerismo, el intervencionismo y el anticomunismo. Sin embargo, las cintas más controversiales eran las que estaban por venir. Stone causó conmoción con JFK, un filme que pone de relieve quiénes querían ver muerto a John Fitzgerald Kennedy, una acusación más que abierta contra el complejo industrial-militar de EEUU.

Ya en el siglo XXI, Stone incursionó en el campo documental y ha cosechado hasta ahora varias cintas que han terminado de convertirlo en el izquierdista infiltrado más sobresaliente de Hollywood. El repertorio incluye dos películas sobre Fidel Castro (Comandante y Looking for Fidel); una visión del conflicto palestino-israelí (Persona non grata); una biografía de George W. Bush (titulada con un letra: W), un documental sobre los nuevos liderazgos populares de América Latina (Al sur de la frontera) y una serie denominada La verdadera historia de Estados Unidos, por la que ha recibido hasta demandas de la poderosa Liga Antidifamación, que representa los intereses de los judíos más influyentes de Estados Unidos.

La guinda del postre de su rebeldía se la puso recientemente cuando presentó Mi amigo Hugo, una película-homenaje al Comandante Hugo Chávez, que fue estrenada en el aniversario de su fallecimiento. Por si a alguien le quedaba alguna duda, pues.

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