domingo, 14 de septiembre de 2014

El Desempleo

    “Ningún país, por rico que sea, puede permitirse el despilfarro de sus recursos humanos. La desmoralización provocada por un desempleo elevado es nuestra mayor extravagancia. Moralmente, es la mayor amenaza para nuestro orden social.”
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Franklin D. Roosevelt

La frase, es del trigésimo segundo Presidente de los Estados Unidos, y está escrita en piedra en el FDR Memorial en Washington. La pronunció en un discurso sobre el desempleo durante su campaña electoral en 1932: tras la Gran Depresión de 1929, el desempleo en los Estados Unidos alcanzaba los quince millones de personas, un tercio de los trabajadores no agrícolas; una cantidad parecida en magnitud a la que supone el actual 7.8%, pero con una población mucho menor. El presidente anterior, Herbert Hoover, consideraba que la depresión era simplemente parte de un ciclo económico, y no había tomado prácticamente  medida alguna para combatir sus efectos porque, según la frase que se le atribuía, “la prosperidad estaba simplemente a la vuelta de la esquina”.

En la primavera de 1933, cuando Roosevelt juró su cargo, uno de cada cuatro norteamericanos estaba sin trabajo, y los que lo tenían miraban a los desempleados con desprecio, tildándolos de vagos, parásitos o ladrones ( algo similar ocurrre hoy día ¿casualidad o premeditado ?). A medida que pasaban tiempo desempleados, los trabajadores empezaban a aparentar un aspecto cada vez más pobre y desaliñado, que hacía todavía más difícil que encontrasen trabajo. La incapacidad para mantener a sus familias llevó a muchos a emigrar lejos de sus familias, a convertirse en homeless, a caer en el alcoholismo, en la exclusión social o incluso en el suicidio.

Me encontré la frase en la página 65 del libro  “Race against the machine“, un muy recomendable libro de los profesores del MIT Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee sobre la productividad de la tecnología, y eso me hizo revisar un poco el contexto histórico en que fue enunciada. Contexto histórico que esperemos no se repita, aunque el paralelismo con las cifras de la última EPA da pavor, pero del que siempre puede extraerse alguna experiencia. Entre otras, la enorme evolución del conjunto de aptitudes y actitudes necesarias para obtener un empleo en nuestros días, muchas de las cuales están y estarán cada vez más relacionadas con las tecnologías. No sé si la tecnología será suficiente como para sacarnos de la crisis, pero sí tengo claro que los ladrillos y el tecnoescepticismo no lo harán.


Es menester decir que Roosvelt no triunfó con con su “New Deal”, fue la Segunda Guerra Mundial ( WWII).
No hay nada como una guerra para que te financien, para producir, dar empleo, innovar. Es el lado oscuro del keynesianismo: las posibilidades de un país también son bélicas.

¿Que es el Keynesianismo?

El keynesianismo es una forma de liberalismo que se distingue del neoliberalismo contemporáneo por un mayor realismo a la hora de analizar las insuficiencias de la tradición neoclásica de análisis del desempleo. Sin embargo, tanto los neoclásicos como los keynesianos consideran, tras hacer sus respectivos diagnósticos del problema, que es posible encontrar las recetas adecuadas para eliminar el desempleo, dentro del marco del sistema capitalista. Los autores pasan revista a las explicaciones respectivas que ofrecen esas dos corrientes, para decantarse finalmente por una interpretación alternativa y heterodoxa del mercado de trabajo y el desempleo, según la cual la fuerza de trabajo, como cualquier otra mercancía, viene determinada por sus costes de reproducción para la sociedad (en términos de trabajo, en última instancia), y se ofrece en el mercado en una cantidad determinada por las dimensiones, socialmente dadas, de la población económica activa. Cuando la acumulación de capital se desarrolla al ritmo expansivo de la dinámica alcista del sistema, el mercado de fuerza de trabajo se acerca al pleno empleo, mientras que, tras una crisis de sobreacumulación y la consiguiente apertura de la fase depresiva, la demanda de trabajo se hunde y no hay fuerzas suficientes, por grandes que sean las medidas de oferta o de demanda que los gobiernos pretendan adoptar, para convencer a los capitalistas de que les interesa perder más dinero y contratar a más trabajadores. Mientras la economía se base en el beneficio privado, el mercado y la libre iniciativa, es una ilusión evitar que ese movimiento cíclico del desempleo se combina con una tendencia secular a su incremento, al igual que ocurre con las demás mercancías del sistema, sometidas a la misma lógica del colchón de reserva. 


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