Rajoy pide disculpas por los escándalos de corrupción
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Mariano Rajoy, ha pedido disculpas por escándalos de Corrupción.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha pedido disculpas a todos los españoles en nombre de su partido por haber nombrado para algunos cargos a personas que no han sido "dignas" de ello y que, "en apariencia", han abusado de los mismos. Rajoy ha asegurado entender y compartir la "indignación y hartazgo" de los españoles ante la sucesión de hechos relacionados con la corrupción que resultan "particularmente hirientes" ante los sacrificios y esfuerzos que se han hecho para que España salga de la crisis económica. También tuiteó al respecto horas más tarde y volvió a pedir disculpas Imágenes Rajoy 2 Fotos Pido perdón por situar en puestosde los que no eran dignos a quienes han abusado de ellos El jefe del Ejecutivo ha hecho estas consideraciones en la sesión de control del pleno del Senado, en la que ha escuchado voces de "dimisión" procedentes de los bancos de la oposición, y antes de responder a una pregunta planteada por la portavoz del grupo socialista en la Cámara, María Chivite. Rajoy ha señalado que el último caso de corrupción conocido, el investigado en la 'operación Púnica' y según los datos conocidos hasta el momento, "parece que responde a la codicia personal de los cargos públicos a los que afecta y no a las organizaciones políticas a las que pertenecen o pertenecían". Ha recalcado que las personas que formaban parte de su partido y que están siendo investigadas en esta operación ya han sido suspendidas de militancia y, si se confirman las imputaciones, serán expulsadas. "En cualquier caso, lamento profundamente la situación creada y, en nombre del Partido Popular, quiero pedir disculpas a todos los españoles por haber situado en puestos de los que no eran dignos a quienes en apariencia han abusado de ellos", ha añadido. Pido disculpas en nombre del @PPopular por haber situado en puestos de los que no eran dignos a quienes en apariencia han abusado de ellos — Mariano Rajoy Brey (@marianorajoy) octubre 28, 2014 Ley de control económico-financiero Rajoy ha afirmado que, como presidente del Gobierno, le corresponde actuar para que no haya corrupción y, en ese sentido, ha avanzado que el Gobierno aprobará la ley de control económico-financiero de los partidos y la del estatuto del cargo público aunque no cuente con el apoyo del PSOE. "No vamos a demorar ni un minuto más este paquete, si es con el acuerdo de la oposición mejor y, si no, lo aprobaremos con los votos del PP", ha remarcado Rajoy quien ha agregado que el Gobierno seguirá "ampliando el abanico de medidas anticorrupción hasta lograr que cualquier cargo público se lo piense antes de caer en la tentación de corromperse". Estas conductas extienden una sombra de sospecha generalizada El jefe del Ejecutivo ha reconocido que esas conductas extienden una "sombra de sospecha generalizada" sobre todos los políticos que "ensucia injustamente" la imagen y reputación de todos los que están en la política para servir a los demás. La portavoz del PSOE en el Senado, María Chivite, ha cargado en su intervención contra el Gobierno por los últimos casos de corrupción conocidos y ha recordado a Rajoy que su grupo ha pedido en nueve ocasiones que comparezca en el Congreso, la última, este martes cuando han solicitado un pleno monográfico sobre corrupción. Entiendo y comparto la indignación.
Twitter de Rajoy
Pido disculpas en
nombre del @PPopular por haber situado en puestos de los que no eran
dignos a quienes en apariencia han abusado de ellos
— Mariano Rajoy Brey (@marianorajoy) octubre 28, 2014
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Pido disculpas en
nombre del @PPopular por haber situado en puestos de los que no eran
dignos a quienes en apariencia han abusado de ellos
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Pido disculpas en nombre del @PPopular por haber situado en puestos de los que no eran dignos a quienes en apariencia han abusado de ellos — Mariano Rajoy Brey (@marianorajoy) octubre 28, 2014
Corrupción: no me hagas reír Rajoi
En el Senado de España y a través de Twitter,
un presidente de gobierno pidió perdón a los ciudadanos por los ya
incontables escándalos de corrupción que inundan la vida política
española hasta el punto de haber convertido lo que ya nunca fue una
democracia, sino una triste partitocracia, en una auténtica
corruptocracia. Y lejos de alegrarme por el reconocimiento del evidente
problema y ante la débil o casi evanescente promesa de intentar ponerle
solución, mi única reacción posible ante las palabras de ese presidente
es la de “no me hagas reír”.
Nunca he sido ni seré político, ni
políticamente correcto. Pero de gestión sí sé, sobre todo cuando la
gestión toca los temas sobre los que llevo leyendo, escribiendo y dando
clase veinticinco años. E incluso si no tuviese en cuenta todos los
escándalos que salpican la vida política española actual, si únicamente
tuviese ojos para aquellos en los que tengo una opinión formada y
autorizada, las palabras del presidente me generan una incredulidad tan
profundamente arraigada, un convencimiento tan absoluto de que
únicamente está representando un absurdo papel que no se cree ni él
mismo, que únicamente pueden llevarme a la risa. O en realidad, me
llevaría a la risa si una cosa así pudiese tomarse con humor, cosa que
hace ya mucho tiempo que dejó de ser posible. Porque, entere otras
muchas cosas, esa fiesta de corrupción, ese reparto indecente de dineros
y comisiones hasta límites completamente insostenibles, lo estoy
pagando yo. Lo estamos pagando todos. Todos los días, una mano invisible
se mete en nuestros bolsillos para pagar la fiesta de un montón de
sinvergüenzas. Y el jefe de todos ellos se puso en pie ayer en el
Senado, y pidió perdón. Genial.
Que el presidente de un partido y
un gobierno tocado por escándalos de todo tipo y que mantiene en sus
cargos a todo tipo de personajes siniestros, desde ministros a
responsables de todo tipo de funciones en su partido pasando por
alcaldes, concejales, diputados, senadores, presidentes de comunidades
autónomas, consejeros, secretarios de estado y todo el escalafón
completo de cargos imaginables pida perdón a los ciudadanos por la
corrupción es tan alucinante, que solo cabe plantearse cómo es posible
que no se abra la tierra en ese mismo momento bajo sus pies y lo engulla
en medio de una lengua de fuego. Estamos hablando, y voy a tener el
detalle de tocar únicamente los temas sobre los que tengo información
directa, del mismo presidente que pacta con una empresa española no
llevar al parlamento ni legislar nada que afecte a la neutralidad de la
red, porque a esa empresa no le interesa.
El mismo presidente que,
a través de su siniestra vicepresidenta, acuerda subvencionar a los
periódicos “de toda la vida” con subsidios extraídos de las empresas de
internet para que pinten las noticias en tonos propicios a sus
intereses, incluso llegando al punto de cambiar a los directores que se
estaban “portando mal”. Un presidente que pretende controlar los medios
de comunicación tal y como lo hacía el Túnez de Ben Ali o el Egipto de
Mubarak. O China, o Irán… todo sea por no salir mal en sus portadas. Con
un presidente corrupto, medios de comunicación igualmente corruptos.
Vendidos al poder. Todo muy coherente. Y esto se vota mañana.
Efectivamente,
el mismo presidente que entró en negociaciones secretas con empresas
norteamericanas – ya ni siquiera con el gobierno, sino con asociaciones
de empresas privadas – para cambiar leyes en nuestro país que
favoreciesen a sus intereses, que les permitiesen repartirse de manera
indecente dinero público, o que conscientemente tomó medidas para hurtar
a los jueces la capacidad de impartir justicia en determinados delitos.
Sí, ese presidente, el mismo que puso al ministro de cultura que aprobó
esa ley nada más llegar al cargo. Ese mismo presidente que, siendo
ministro de cultura, conoció de primera mano toda la miserable
corrupción que rodeaba los mecanismos por los que algunos “artistas”
robaban el dinero de los derechos de autor que recaudaban inspectores
por bares y cafeterías de todo el país, y no solo lo toleró, sino que lo
auspició directamente convirtiéndose en “amigo” de esa institución, de
esa cueva de ladrones.
Y solo estoy tocando los temas sobre los
que tengo información directa, los que he estudiado. Porque si miramos
un poco más allá, si abrimos un poquito el paraguas que ampara todo eso,
podríamos hablar de un presidente aupado únicamente por un dedo índice,
no porque nadie decidiese democráticamente que era el mejor preparado o
el más adecuado para su cargo. Un impresentable que ha medrado en la
política partidista toda su vida y que pretende perpetuar el sinsentido
de la misma, la paradoja de que los partidos, que deberían estar en la
base de la democracia, sean las estructuras menos democráticas que
tenemos en este país, auténticas cuevas de ladrones donde reinan el
culto al líder, dinastías con nombre y apellidos, y donde se medra en
función del escalafón y de los méritos turbios. Las mismas estructuras
que han desacreditado la política hasta el límite de impedir que atraiga
a prácticamente ningún gestor que valga la pena o que pudiese haber
demostrado algo en algún momento fuera de ella.
El mismo
presidente que se negó a aprobar leyes de transparencia a la altura de
las circunstancias, que excluyó de esas mismas leyes todo tipo de
actividades para evitar su supervisión, que permitió que surgiesen todo
tipo de argucias y subterfugios para financiar a los partidos o a sí
mismo, que toleró donaciones, favores e intercambios impúdicos que
tenían lugar bajo su más directa supervisión, bajo su misma nariz. Que
pactó cargos y nombramientos futuros de responsables políticos a cambio
de prebendas legislativas y de favores que tenían un impacto directo en
las cuentas de resultados de las compañías. Sí, ese presidente cuya
única forma de disculparse es “los otros también lo hacen”. Sí, ese. Ese
impresentable.
Nos hemos acostumbrado tanto a ver cómo metían
mano en el proceso legislativo, cómo “aparecían” artículos escritos por
corruptos al dictado de intereses impresentables, cómo se negaban a
escuchar a las infinitas voces que advertían sobre la falta de idoneidad
o directamente la ceguera de sus medidas, cómo todas las votaciones
caían siempre del lado “de los malos” porque en realidad, el propio acto
de la votación era una mera pantomima, que nos hemos inmunizado. De la
manera más triste y más grave que puede existir, hemos aprendido a golpe
de experiencia que la corrupción era consustancial a nuestro país,
estaba imbricada en todos y cada uno de sus estamentos, que era
intrínseca a la actividad política. Que esa Democracia que tanto costó
conseguir era, en realidad, una maldita pantomima. Y uno de los que más
esfuerzos ha hecho para que así sea y para que así siga siendo resulta
que se levantó ayer en el Senado, y pidió perdón. No me hagas reír.
Eres
impresentable. Eres lo más profundamente hipócrita y lo más tristemente
resignado que podría haber llegado a la presidencia de este país. Por
no tener, no tienes ni la más mínima voluntad de cambio: solo unos
toquecitos de maquillaje, un mohín, y a seguir como siempre. Das asco.
Si realmente quisieras cambiar algo, harías una purga de cargos a tu
alrededor que ya la quisiera Stalin. Te cargarías no solo a los
corruptos, sino a todo aquel que alguna vez hizo algún chiste sobre la
corrupción. A todo aquel que tiene la más mínima sombra de duda – es
imposible, tendrías que empezar por hacerte el harakiri, y eso
debe doler mucho y ser muy desagradable. Impondrías medidas estrictas de
transparencia radical, de publicación inmediata de todas las cuentas
incluyendo el gasto en post-its. O en sellos. O en sobres, ya que
estamos. Asegurarías que ni un solo euro entra o sale de tu partido y
del Estado sin estar adecuadamente reflejado en cuentas a la vista de
todo el mundo – sí, la tecnología podría ayudarte mucho en ese sentido…
suponiendo que tuvieras el más mínimo interés en ello, claro. Harías
públicas las agendas de todos los cargos públicos: con quién se reúnen,
de qué hablan, con luz y taquígrafos, con Twitter y con declaraciones
inmediatas, sin dejar lugar a la imaginación. Perseguirías a todo aquel
que simplemente hable de corrupción: no solo al político al que se la
proponen, sino al empresario o al lobbista que la insinúa. ¿Cómo podemos
esperar, si ni siquiera reconoces aún los escándalos de Gürtel,
que alguna vez sepamos quiénes fueron las personas que, en sus
respectivas empresas, negociaron o autorizaron esos pagos? Queremos
saberlo todo, de uno y de otro lado. Pero ni nos dejas, ni nos vas a
dejar saberlo.
Si la corrupción te importase lo más mínimo,
trabajarías para mejorar la calidad de la democracia. Te esforzarías por
conseguir una separación de poderes real y efectiva, y no por qué
partido nombra a qué magistrado en el tribunal de turno. Lucharías por
cambiar la ley electoral para que de verdad representase la voluntad
ciudadana, y no fuese un turbio instrumento más para que siempre
gobernéis los mismos. Intentarías establecer vínculos entre
representantes y representados, en lugar de convertirte en el zar que
tiene el sacrosanto privilegio de repartir prebendas y cargos al hacer
las listas. Establecerías controles ciudadanos de todas las actuaciones
gubernamentales a todos los niveles que permitiesen exigir
responsabilidades políticas inmediatas a quienes no cumplen, por acción o
por omisión, con lo encomendado. No, no hablo de ideologías: hablo de
metodologías. Hay tanto que hacer. Y es tan difícil, o imposible, pensar
en ti o en tu partido para hacerlo…
¿Disculpas? ¿Comprender a los
ciudadanos? ¿Hartazgo? ¿Indignación? Los indignados somos nosotros,
presidente. Lo estábamos ya hace algunos años, y lo seguimos estando,
ahora mucho más y con muchas más razones. Con muchas más evidencias.
¿Disculpas? No me hagas reír.
O mejor, directamente: vete al carajo.
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