¿Por qué es única la corrupción en Venezuela?
Hoy, el país regentado por Nicolás Maduro volvió a salir mal librada en el índice de percepción de la corrupción de Transparencia Internacional. He aquí las razones.
Hacer un trámite en Venezuela
no sólo es cuestión tener los papeles en orden. También de conocer a
alguien que lo agilice. O pagar una “comisión” para garantizarlo.
Desde sacar la licencia de conducir hasta comprar la leche, pasando
por encontrar trabajo o conseguir un permiso de construcción, muchas de
las interacciones sociales que uno establece en esta tierra petrolera
suelen implicar cierto nivel de corrupción.
En términos criollos, los trámites implican que uno “pague pa’l
refresco”, “pa’l café” o, en suma, se “baje con algo” (pague una suma de
dinero). Una fórmula de la que, alternativamente, se puede zafar si se
tiene “un primo” o incluso “un amigo” bien ubicado (o “enchufado”).
Aunque eso no garantiza que el encargo salga gratis, porque el
“enchufado” en cuestión bien puede terminar preguntando, y de nuevo en
criollo, “¿cuánto hay pa’ eso?”
Es un círculo cotidiano del que es difícil escapar y abarca desde lo micro a las esferas más altas del Estado.
Y quizá esto suene familiar en cualquier país de América Latina, pero el caso de Venezuela
tiene características únicas en el continente.
Entre los 177 países incluidos
en el reporte, compuesto con la opinión de cientos de expertos y
entidades especializadas, Venezuela está en el puesto 160, con 20 puntos
de 100.
De los países latinoamericanos, solo Haití está por detrás de Venezuela, con 19 puntos. Y Somalia, Corea del Norte y Afganistán
son considerados los países más corruptos del mundo.
Desde que se empezó a publicar el reporte, en 1993, Venezuela siempre ha figurado entre los países más corruptos.
Pero ¿qué es lo que hace el caso de la corrupción en Venezuela tan particular?
TAMAÑO, CONTROL, INVESTIGACIÓN
El estadounidense Robert Klitgaard define la corrupción como el uso de una posición de poder para fines individuales.
No solamente de poder político, sino de cualquier tipo: desde el
vigilante que arma negocio con los parqueaderos hasta el agente de
viajes que consigue pasajes más baratos, ambos ejemplos muy típicos de
Venezuela.
El economista, conocido como el “experto en corrupción más
importante del mundo”, dice que en el escenario ideal para que se
desarrolle la corrupción hay monopolio del poder y discrecionalidad, así
como falta de rendición de cuentas.
Y en Venezuela, le dice a BBC Mundo la
directora de la organización Transparencia Venezuela, Mercedes de
Freitas, eso aplica más que en cualquiera país latinoamericano: “Nuestro
Estado es el más poderoso, el más cerrado y el menos expuesto al
escrutinio”, declara.
ESTADO OMNIPRESENTE
Venezuela es el noveno exportador de petróleo en el mundo, un millonario
negocio que controla un Estado cuya relación con la ciudadanía siempre
ha sido a través de subsidios y gasto público. De dar, pero no recibir.
O, como se hizo del común durante la bonanza de los años 70, “no me den,
pónganme donde ‘haiga’”.
Por otro lado, dice De Freitas, “la rama ejecutiva venezolana es muy
poderosa y no hay separación de poderes real, así que eso limita la
rendición de cuentas y el acceso a la información”.
“En un país donde la gente nunca ha tenido que contribuir a lo
público con impuestos, porque hay un Estado paternalista que soluciona
todo con plata del petróleo, no se le exige al gobierno que sea
transparente, sino que solucione”, asegura.
El sociólogo estadounidense especializado en Venezuela David Smilde
explica que “como los recursos públicos son considerados recursos
naturales, ‘de todos’, hay una tolerancia con que la gente saque tajada
para fines privados”.
Solo el 1,4% de los venezolanos cree que la corrupción es uno de los
problemas prioritarios de abordar, de acuerdo a una encuesta de agosto
por la agencia Datanálisis. El crimen
y el desabastecimiento
son considerados más prioritarios.
LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN
Diferentes gobiernos han emprendido luchas contras la corrupción. El presidente Rafael Caldera
creó el cargo de “comisionado anticorrupción”.
Hugo Chávez ganó su primera elección, en 1998, con un fuerte
discurso en contra de la corrupción. Un problema que, como él mismo
admitió, no logró controlar. Y ahora su sucesor, Nicolás Maduro, dice
que éste será un tema prioritario de su agenda en 2014: es uno de los objetivos que promete abordar con los poderes habilitantes que le otorgó el Parlamento.
Pero, según le dice Smilde a BBC Mundo,
“la idea venezolana de luchar contra la corrupción no es fomentar la
sanción y la transparencia, sino poner a la gente adecuada, ‘a tu
gente’, en el poder, que fue lo que hizo Chávez”.
Expertos coinciden en que el arraigo de la corrupción en Venezuela
no es culpa del chavismo, sino que viene de antes. La diferencia, sin
embargo, es que el barril de petróleo durante estos 15 años de chavismo
pasó de estar a US$8 a costar US$100. Y a más dinero, más potencial para
corrupción.
Las acusaciones de corrupción a gran escala en las altas esferas del
chavismo son muy comunes, pero pocas veces pasan de la denuncia.
Algunos casos sonados incluyen la importación de millones de
toneladas de comida a punto de podrirse (caso “Pudreval”) y el
“escándalo de la valija”, la detención de un ciudadano que viajaba en un
avión oficial, Guido Antonini Wilson, con una maleta con casi
US$800.000 en efectivo no declarados.
La sospecha, no obstante, siempre está, como escribió recientemente
el columnista de línea chavista Carlos Lanz Rodríguez: “Hoy podemos
reivindicar el ESTADO DE SOSPECHA
(sic) sobre todas aquellas personas vinculadas al proceso
revolucionario que ostentan los vehículos Hummer, los relojes Cartier,
los lentes Gucci, ropas de marca, la colección de caballos y yates, los
apartamentos lujosos en Miami, los aviones privados”.
SISTEMA
Para sacar una cuenta de ahorros este corresponsal ha tenido que ir
cuatro veces al banco, siempre con requisitos que antes no habían
pedido. He esperado, en total, cinco horas para que me atiendan. La
última vez se quedaron con los documentos y dijeron que llamarían al día
siguiente. Ha pasado una semana.
Pareciera necesario, en lugar de ser una opción, tener un contacto en la gerencia del banco para sacar una cuenta.
Así funcionan las cosas en Venezuela. Tanto en lo público como en lo
privado. “El sistema venezolano te impide hacer las cosas por el camino
legal”, dice De Freitas. “Así que hay un incentivo que promueve la corrupción”.
Pagar una multa, por ejemplo, suele ser bastante difícil y muchos
desconocen cómo se hace. Lo usual es que la infracción se resuelva
después de que el infractor le pregunta al policía “¿cómo podemos
resolver esto?”, y entre los dos llegan a una suma satisfactoria.
“Donde hay una cola”, asegura De Freitas, “hay un riesgo de corrupción. Y en Venezuela todo es una cola”.
IMPUNIDAD
Según la fiscalía venezolana, alrededor del 90% de los crímenes al año quedan impunes.
Para De Freitas, no hay entes de control y sanción que impidan la
corrupción. “Los tribunales, la fiscalía y el Congreso, que son los
órganos que tienen potestad, atribución y competencia para investigar,
no lo hacen”, asegura.
En Venezuela no se puede informar sobre la escasez, o del dólar
paralelo. El gobierno tiene la legitimidad de hablar por horas en cadena
nacional obligatoria por radio y televisión. Y los créditos que da la
Asamblea Nacional al ejecutivo para emergencias se suelen aprobar para
elecciones o proyectos sociales.
“Esos”, dice De Freitas, “son unos de varios ejemplos en los que el
Estado legaliza la opacidad, la impunidad y las arbitrariedades”.
Cultura
La pregunta es si los venezolanos son corruptos por naturaleza: si hay
una explicación histórica o cultural a que sea normal pagar una
“comisión” para agilizar la venta de un apartamento ante un notario
público.
De Freitas cree que no: “Yo he visto suecos que se corrompen acá y
venezolanos en Noruega que actúan al pie de la letra de la ley. No es la
gente, es el Sistema”.
Venezuela está fundada en una cultura del personalismo, dice la
activista, que “implica estar bajo el ala protectora de alguien en una
relación emocional o transaccional”.
Smilde comparte esta idea, y argumenta que el sentido de moralidad
social de los venezolanos es muy personalista. “Los venezolanos tienden a
no pensar en términos de principios abstractos y normas éticas, sino en
términos de individuos concretos que ‘hacen lo correcto por los demás’.
Así, una persona que utiliza un cargo público para dar empleos, favores
y especial atención a las personas en su red personal es visto como
alguien que ‘no se ha olvidado’ de su pueblo”.
“El venezolano confunde la complicidad con la solidaridad”, dice De Freitas. “Sobre todo si se trata de alguien cercano ”.
Por eso, para sacar una cuenta de banco, se necesita de algo más que tener los papeles en orden.
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