sábado, 16 de enero de 2016

Infarto Miocardio: Factores de Riesgo

 

 

 

Coloquialmente conocido como infarto, el infarto de miocardio aparece por un riego sanguíneo insuficiente debido a la obstrucción de una arteria. Este  produce la necrosis del músculo cardiaco y veamos sus  causas, síntomas y consecuencias.

 

Infarto agudo de miocardio

¿Qué es?
El infarto agudo de miocardio (IAM) es una enfermedad cardiaca frecuente en la que se produce una muerte (necrosis) de las células del músculo cardíaco (miocardio) debido a una falta prolongada de oxígeno (isquemia).
Junto con la angina de pecho forma parte de lo que se conoce actualmente como síndrome coronario agudo.
El infarto agudo de miocardio supone la muerte irreversible del tejido cardiaco y puede acarrear un fallo en la función del corazón (relajación y contracción) y la aparición de arritmias.
Es una de las causas más frecuentes de mortalidad en los países desarrollados.

Así recapitulando: El infarto al miocardio es la necrosis -o muerte de las células- de un órgano o parte de él por falta de riego sanguíneo debido a una obstrucción o estenosis (estrechez) de la arteria correspondiente.
Comúnmente llamamos infarto al infarto agudo de miocardio (músculo cardiaco) pero le puede ocurrir a cualquier órgano.
¿Cómo se produce?
El corazón se nutre por una serie de arterias denominadas arterias coronarias que irrigan el músculo cardiaco y que le permite ejercer su función de bomba cardiaca, contrayéndose y relajándose. La aterosclerosis coronaria es una enfermedad de lenta evolución en la que se produce un estrechamiento progresivo de las paredes de las arterias debido a una acumulación de lípidos (grasas) y células inflamatorias (linfocitos) formando unas placas.
En el 90% de los casos el IAM se produce por la oclusión de una arteria coronaria debido a un coágulo que se produce por el desprendimiento de un trozo de placa de ateroesclerosis. Esta oclusión completa impide que el oxígeno llegue a esa zona de tejido cardiaco produciéndose, si esta falta de oxígeno es prolongada, una muerte (necrosis) de las células cardiacas. Se produce una interrupción completa del flujo sanguíneo coronario en una zona determinada del tejido cardíaco.
Existen una serie de factores de riesgo que favorecen la aparición del IAM. Estos factores incluyen: sexo (más frecuente en varones), edad (a partir de los 70 años), tabaco, diabetes, colesterol elevado, sobrepeso, antecedentes familiares de enfermedad coronaria, hipertensión arterial y sedentarismo. Es importante conocerlos pues las medidas preventivas son la principal arma de tratamiento para evitar esta enfermedad.
En algunos casos el IAM puede ser el resultado de un aumento de las necesidades de oxígeno del corazón en ausencia de ateroesclerosis. Esto puede ocurrir en: arritmias, traumatismos, consumo de drogas y de ciertos fármacos, infecciones o anomalías de las arterias coronarias.

Así en esquema tenemos:
  1. Las arterias coronarias se estrechan 
  2. El oxígeno no llega al miocardio
  3. El miocardio, al no recibir oxígeno, no puede producir energía para moverse
  4. Mueren las células del tejido que no reciben sangre (el tejido se necrosa)

¿Por qué se produce el infarto agudo de miocardio?

Las arterias coronarías se pueden estrechar por distintas causas. Las más comunes son un coágulo de sangre y la aterosclerosis (depósito e infiltración de grasas en las paredes de las arterias) que se va produciendo progresivamente facilitado por los factores de riesgo que señalamos a continuación.

Factores de riesgo que pueden ocasionar la obstrucción de las arterias coronarias

  • Hipertensión
  • Colesterol alto
  • Tabaco
  • Obesidad
  • Sedentarismo
  • Edad avanzada
 
Síntomas del infarto al miocardio
El síntoma clave del IAM es la aparición de dolor en el centro del pecho. Este dolor se nota como "algo que aprieta o pesa" y que no se modifica con la postura ni los movimientos musculares. La duración mínima de este dolor suele ser de unos 20 minutos. El dolor puede extenderse al brazo izquierdo y a la mandíbula. Pueden aparecer otros síntomas como náuseas y malestar, dolor en la boca del estómago, sensación de falta de aire, sudoración y mareos. En un pequeño porcentaje de paciente, especialmente en los diabéticos y los ancianos, los síntomas pueden ser diferentes a los habituales.
El IAM puede ser causa de muerte súbita, causando el fallecimiento fulminante del paciente.

Así tenemos: En la mayoría de ocasiones no se presentan todos los síntomas, sino una combinación variable de algunos de ellos:
  • Habitualmente dolor tipo peso en la zona del esternón que no se modifica con los movimientos ni con la respiración, bastante intenso y en ocasiones se irradia hacia mandíbula, cuello y espalda, brazo izquierdo, y en algunos casos brazo derecho. Se puede asociar a sudor frío y mareo.
  • Otras veces se manifiesta con dolor en la parte alta del abdomen, dificultad para respirar, ganas de vomitar y pérdida de conocimiento.
Diagnóstico
El diagnóstico se basa sobre todo en los síntomas que presenta el paciente y en una serie de pruebas que permiten confirmarlo. Debe realizarse sin demora ya que el tratamiento precoz mejora de forma decisiva el pronóstico.
  • La realización de un electrocardiograma es imprescindible en todos los pacientes que acuden con síntomas sugestivos de infarto agudo de miocardio. El registro electrocardiográfico permite conocer el diagnóstico en un alto porcentaje de casos.
  • Determinación de marcadores de daño del miocardio: enzimas cardiacos. Son una serie de sustancias que se eliminan a la sangre cuando existe lesión del músculo cardiaco (miocardio). Se miden con un análisis de sangre a intervalos regulares desde el inicio de los síntomas y su elevación en las siguientes horas permite establecer el diagnóstico de infarto de miocardio.
Las pruebas de imagen ayudan a completar el diagnóstico e incluyen:
  • Radiografía de tórax para ver el tamaño del corazón y si existe líquido en los pulmones.
  • Con las imágenes obtenidas por ecocardiografía se puede determinar la zona de infarto en el corazón, las alteraciones en su función y la existencia de posibles complicaciones.
  • Imágenes de Perfusión Miocárdica. Esta prueba se utiliza para medir el tamaño del infarto, ya que muestra las zonas del corazón donde no llega el flujo sanguíneo.
  • La angiografía o cateterismo cardiaco es una prueba que permite valorar la anatomía de las arterias coronarias y la extensión de la enfermedad. Se introduce un catéter por una vena hasta llegar al corazón por el cual se inyecta un contraste que permite ver la circulación coronaria y el estrechamiento u obstrucción de las arterias.

Consecuencias de un infarto agudo de miocardio

  • Si el infarto agudo de miocardio es muy extenso, es posible sufrir de por vida insuficiencia cardiaca, a veces con congestión pulmonar.
  • Si el infarto agudo de miocardio es de pequeña extensión, se puede llevar una vida normal, eso sí, controlando los factores de riesgo para evitar un nuevo infarto.
En algunas personas pueden aparecer arritmias ventriculares o bloqueos del corazón que por lo general pueden ser controlados con el uso de dispositivos especiales: desfibrilador, marcapasos. Suelen aparecer en el ingreso hospitalario y, una vez superados, el pronóstico ya no depende de haber presentado dichas complicaciones.
En otras ocasiones, el paciente puede padecer una angina inestable que suele ser signo de muy alto riesgo de infarto agudo de miocardio o muerte súbita. La angina inestable se desencadena igual que el infarto, pero en este caso no existe una oclusión completa de la arteria coronaria por el trombo y no se ha llegado a producir muerte de células cardíacas. Se manifiesta en reposo por un dolor u opresión que empieza en el centro del pecho y puede extenderse a brazos, cuello, mandíbula y espalda. Es decir, los síntomas son iguales a los del infarto, aunque generalmente de menor duración e intensidad. Esta angina debe ser tratada como una emergencia, ya que hay un elevado riesgo de producirse un infarto, una arritmia grave o muerte súbita.
 
Tratamiento
Los pacientes con sospecha de IAM deben recibir con urgencia atención médica instaurándose el tratamiento de forma precoz. Ante la aparición de un dolor en el tórax prolongado se debe solicitar ayuda médica y se recomienda que el paciente hasta que lo reciba tome una aspirina y guarde reposo.
El tratamiento tiene como objetivo restablecer el flujo de sangre al miocardio, disminuir la lesión cardiaca y reducir el riesgo de nueva aparición y de las complicaciones.
La revascularización coronaria permite restablecer el flujo de sangre a través de la arteria y se puede realizar mediante fármacos (trombolisis) o mediante una angioplastia.
En la trombolisis se administra un fármaco por vía endovenosa (trombolítico) que disuelve el coágulo que obstruye la arteria. Las complicaciones principales de este tratamiento es la aparición de hemorragia en otras zonas, por ejemplo, en el cerebro.
En la angioplastia coronaria se introduce un catéter hasta la zona de la arteria coronaria que presenta un estrechamiento y se dilata con un pequeño balón. Para mantener la arteria abierta se coloca en su interior un pequeño dispositivo metálico denominado stent. No siempre se puede realizar esta técnica.
El paciente que ha sufrido un infarto debe seguir también un tratamiento farmacológico que incluye fármacos para combatir el proceso de isquemia del músculo cardiaco como son los betabloqueantes, la nitroglicerina o los calcioantagonistas y fármacos denominados antiagregantes (ácido acetilsalicílico y clopidogrel) que evitan la formación de coágulos.
Pueden aparecer complicaciones en las siguientes 48 horas como son arritmias o aparición de nuevo de la isquemia.
En cualquier paciente con enfermedad coronaria es fundamental el tratamiento de los factores de riesgo cardiovascular:
  • Abandono del tabaco.
  • Control de la hipertensión y la diabetes. Si es necesario se dará tratamiento farmacológico.
  • Seguir una dieta sana baja en colesterol y grasas. En casos que sea necesario se tratará con fármacos.
  • Conseguir un peso corporal ideal si existe sobrepeso.
  • Establecer un programa de ejercicio físico adecuado a su capacidad.
Tras sufrir un infarto se han de modificar aquellos hábitos de vida poco saludables. Se aconseja realizar una actividad física adecuada, incorporación progresiva a la vida activa y laboral acorde a las capacidades de cada paciente, reanudar las relaciones sexuales en función de la evolución de forma progresiva y evitar el estrés.
Prevención
Las medidas preventivas incluyen evitar los factores de riesgo bien conocidos: abandono del tabaco, seguir una dieta saludable, realizar ejercicio físico, perder peso si existe sobrepeso y control de la presión arterial, colesterol y diabetes.




Dieta para la enfermedad coronaria - infarto y angina de pecho.

En la enfermedad coronaria (infarto agudo de miocardio, angina de pecho estable e inestable), el tratamiento dietético va a estar condicionado a la gravedad y al momento evolutivo de la enfermedad. Tras la fase aguda del infarto de miocardio, cuando el paciente es dado de alta, el objetivo principal es realizar prevención secundaria de los factores de riesgo cardiovascular, reducir la carga de trabajo del corazón y promover pautas de estilo de vida saludable.


La dieta para la enfermedad coronaria. El plan de alimentación recomendado debe ajustarse a las siguientes pautas:

Energía

Las calorías totales de la dieta deben ser las adecuadas para obtener un peso lo más cercano posible al ideal y mantenerlo lo largo del tiempo. Asegurar un peso saludable es fundamental en el tratamiento de las enfermedades coronarias, ya que la obesidad es uno de los principales factores de riesgo cardiovascular modificables, es decir, aquéllos sobre los que podemos actuar. Y es que la pérdida de peso produce muchos beneficios:
  • Disminuye las cifras de colesterol malo (LDL).
  • Reduce los triglicéridos.
  • Baja las cifras de presión arterial.
  • Eleva los niveles de colesterol bueno (HDL).
  • Evita que se sobrecargue de trabajo al corazón.
Por lo tanto, la estrategia dietética en pacientes coronarios con obesidad se basará en un plan de alimentación individualizado, hipocalórico, bajo en grasas, que tendrá como objetivo adecuar las calorías al gasto energético que favorecezca una pérdida de peso gradual y sostenible. La aportación de nutrientes debe ser equilibrada, rica en carbohidratos, suficiente en proteínas de alto valor biológico y baja en grasas saturadas.

Grasas totales

Se recomienda que las grasas totales cubran menos de un 30% del total de calorías. Es muy importante distribuir los ácidos grasos de manera saludable, o sea, se favorezca la presencia de ácidos grasos insaturados y se limite la cantidad de ácidos grasos saturados y colesterol.
  • Ácidos grasos saturados. La dieta en la enfermedad coronaria debe ser baja en grasas saturada, aportando entre un 8-10% del total de calorías. En algunos casos, en una segunda etapa es necesario reducir a menos del 7% de las calorías diarias. Este tipo de ácido graso se encuentra en los alimentos de origen animal, como los lácteos enteros, quesos, carnes, mantequilla o aves. También está presente en algunos aceites vegetales, como el de coco, palma y palmiste, que son utilizados frecuentemente en productos industrializados y bollería. Para cumplir las recomendaciones es necesario reducir la cantidad de grasa saturada, adoptando unos simples cambios en la selección de alimentos. Por ejemplo, reemplazar los lácteos enteros por semidesnatados o desnatados, retirar la grasa visible de las carnes y la piel de las aves, sustituir la mantequilla por aceite de oliva y utilizar métodos de cocción como el hervido, el vapor, el asado o la plancha.
  • Ácidos grasos polinsaturados. Según los especialistas, el aporte recomendado no debe sobrepasar el 10% de calorías diarias. En este grupo se incluyen los ácidos grasos omega 3, presentes en pescados azules como las sardinas, el salmón, el jurel y la caballa, y los omega 6 de las semillas y cereales. Es muy saludable consumir entre 3 y 5 raciones semanales de pescado, procurando que al menos una de ellas sea de pescado azul.
  • Ácidos grasos monoinsaturados. Aportarán hasta el 15% de las calorías totales. El aceite de oliva y los frutos secos son ricos en estos ácidos grasos. Resulta muy saludable incorporar este aceite en la alimentación habitual, principalmente en reemplazo de ácidos grasos saturados.

Hidratos de carbono

Representarán aproximadamente el 55% de las calorías totales. Para lograrlo, es fundamental aumentar el consumo de frutas, verduras y cereales. Al menos 5 raciones diarias deben provenir del grupo de frutas y verduras.

Proteínas

Aportarán alrededor del 15% de las calorías totales. Están presentes en carnes, pescados, huevos, aves, legumbres y lácteos.

Colesterol

Menos de 200-300 mg al día. El colesterol se encuentra solamente en productos de origen animal.

Sodio

Se restringe según la prescripción dietética. Es conveniente cocinar sin sal, utilizando en su lugar condimentos como ajo, cebolla, tomillo, clavo de olor, pimienta, orégano, etc.
La adopción de hábitos cardiosaludables, como dejar de fumar y hacer ejercicio, es una medida imprescindible en el tratamiento de la enfermedad coronaria. En el caso de la actividad física, ésta debe emprenderse siempre bajo indicación médica y de manera gradual. Otro hábito alimentario recomendable es realizar comidas de poca cantidad, divididas en al menos cinco ingestas diferentes a lo largo del día (desauno, media mañana, comida, merienda, cena). Este fraccionamiento contribuye a que el gasto cardiaco necesario para metabolizar los alimentos sea menor.








Importancia de los ácidos grasos Omega-3 en la prevención secundaria del infarto agudo de miocardio.


Desde la década de los sesenta, las simples observaciones de los hábitos alimentarios indicaban que los ácidos grasos poliinsaturados (AGPI) Omega-3 podían ser beneficiosos para la prevención cardiovascular, tanto en los modelos animales como humanos. El efecto más evidente y directo parecía ser el antiarrítmico, al estabilizar la electrofisiología cardiaca. Sin embargo, con posterioridad se han investigado otros muchos efectos que han revelado otros posibles, y múltiples mecanismos de acción sobre diferentes objetivos celulares. De hecho, se ha demostrado la capacidad de estas moléculas para modular muchos de los procesos celulares y tisulares, como la inflamación, la proliferación celular, la migración, la apoptosis, etc. Por consiguiente, se plantearon diversas hipótesis para explicar los resultados observados y se diseñaron más estudios preclínicos y clínicos al respecto. En la actualidad disponemos de una gran cantidad de datos (epidemiológicos, experimentales y de ensayos clínicos) que han ido proporcionando gradualmente la base racional para el uso de estos compuestos en las enfermedades cardiovasculares, sobre todo en la prevención secundaria. Esta revisión pretende resumir las bases principales del conocimiento sobre los efectos de los ácidos grasos poliinsaturados AGPI Omega-3, desde las observaciones epidemiológicas a los resultados de los ensayos clínicos, a través de los datos experimentales. Aunque ya hay una recomendación en las guías internacionales para el uso de los ácidos AGPI Omega-3, aún se necesitan más investigaciones sobre su perfil de riesgo/beneficio y sus mecanismos de acción en diversos trastornos clínicos, como lo demuestra la existencia de muchos estudios clínicos en curso que aportarán nuevos datos en los próximos años.

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