Michael Evans lleva 14 años como analista del Archivo de Seguridad
Nacional en Washington, una ONG que trabaja por la desclasificación de
documentos secretos sobre las políticas de seguridad nacional de Estados
Unidos. Gracias a su trabajo, unos 2.300 archivos confidenciales
elaborados por distintas agencias estadounidenses han sido revelados.
Los esfuerzos de esta organización han representado una especie de
bitácora sobre cómo nos ha venido observando Estados Unidos en las
últimas cuatro décadas. Evans, uno de los invitados al Seminario
Internacional de Archivos para la Paz, organizado por el Centro de
Memoria Histórica.
¿Por qué se dedicó al oficio de desandar la historia?
Para
mí es el trabajo ideal, pues siempre me ha fascinado la paradoja
fundamental de Estados Unidos, un país que se ve como un modelo de
democracia abierta, pero que crea algo así como 15 millones de nuevos
registros secretos cada año. Probablemente muchos más que prácticamente
todos los demás países del mundo juntos. Y eso representa un enorme
gasto de unos US$7 billones cada año.
De todos los documentos desclasificados sobre las políticas de EE.UU. y Colombia, ¿cuáles lo han impactado más y por qué?
Los
papeles sobre la multinacional Chiquita Brands son lo que más me
fascinan en este momento. Nuestras peticiones de Freedom of Information
Act (FOIA), así como una demanda ante una corte federal para obtener los
documentos relacionados con los pagos ilegales de Chiquita a los
insurgentes y los paramilitares en Colombia, han generado una enorme
colección de documentos de la empresa bananera en EE.UU. Aquí por
primera vez nos involucramos en una petición en la que Chiquita trató de
impedir que consiguiéramos las 9.000 páginas más sensibles de esa
colección. Descubrimos gran cantidad de información acerca de la
complicada red de empresas privadas, funcionarios del Gobierno, las
fuerzas de seguridad y el crimen organizado que facilitaban y fomentaban
estas relaciones. Pero apenas empezamos a arañar la superficie.
¿Por qué se interesó tanto por el caso Colombia?
Con
el Plan Colombia (1999), EE.UU. plantó sus pies firmemente en
territorio colombiano y adquirió una cierta responsabilidad en el
conflicto. Y, sin embargo, la mayoría en EE.UU. no sabía nada sobre
Colombia, muy a pesar de que este fuera el tercer mayor receptor de
asistencia de seguridad de EE.UU. Con el tiempo, mi energía en este
proyecto se ha centrado en el tremendo número de violaciones de derechos
humanos que hemos visto. Colombia es un país muy triste e interesante
en ese sentido. Y, sin embargo, entre más lo conozco, más me encanta.
¿Cómo define la relación que ha tenido Colombia con respecto a las políticas de Estados Unidos?
Las
políticas de drogas de EE.UU. han tenido un impacto enorme y en su
mayoría negativo en Colombia. En mi opinión, EE.UU. ha ofrecido la
promesa de dinero, entrenamiento, inteligencia y otros recursos para
extraer distintos tipos de concesiones por parte de los colombianos: más
extradiciones o políticas de drogas más militarizadas. El carácter de
esa lucha ha cambiado mucho, dependiendo de quién estuviera en el poder.
La época que más me interesa es la de finales de la década de los 70,
cuando el aumento de poderosos carteles de la droga coincidió con el
auge de la llamada guerra contra las drogas de EE.UU. y de sus políticas
sobre derechos humanos. En Colombia, estas tendencias coincidieron como
una tormenta perfecta.
¿Cómo fue esa incidencia estadounidense sobre las políticas de Colombia?
Es
importante que la gente entienda también las limitaciones de la
influencia de EE.UU. en Colombia. Uno de los beneficios de una colección
desclasificada como esta es que se aprende mucho sobre lo que está
pasando dentro de la política colombiana y, en especial, sobre la
guerrilla, los paramilitares y los narcotraficantes. Hubo un muy alto
nivel de interés en la comprensión de estos actores, quiénes eran,
cuáles fueron o son sus aliados y si estaban dentro del gobierno y de
las fuerzas de seguridad.
¿Cómo pueden usarse estos documentos desclasificados, con más de 40 años archivados, para reconstruir memoria?
No
tendríamos que esperar 30 años para poder acceder a la información más
importante, sobre todo la relacionada con violaciones de los derechos
humanos. Pero desde la aprobación de la nueva ley de acceso a la
información en Colombia, ahora tenemos la oportunidad de forzar al
gobierno colombiano para liberar este tipo de información. Y eso es muy
emocionante. En cualquier caso, los documentos, aún 30 años después,
pueden contribuir a la reconstrucción de la memoria histórica en la
medida en que nos explican esa cadena de eventos que prepararon el
escenario para todo lo que vino después.
¿Cuáles son las principales dificultades de leer estos documentos desclasificados?
El
mayor problema es conseguirlos. A muchas agencias de inteligencia de
EE.UU. se les permite negarse a decir si la información existe o no. A
menudo sólo se pueden conseguir partes de los documentos, por lo que
tienes que aprender a leer entre líneas. Pero el mayor reto es ser capaz
de comprender cómo funcionan las agencias de seguridad nacional de
EE.UU. Más allá de eso, es necesario comprender las políticas
particulares que tratan los archivos y todo el elenco de personajes: los
funcionarios de gobiernos extranjeros, jefes paramilitares y grupos
guerrilleros que aparecen allí.
El fenómeno Wikileaks
reveló que las distintas embajadas de Estados Unidos, al tiempo que
manejan la diplomacia, también se comportaron como espías. ¿Tiene usted
esa misma percepción?
Sí, en el sentido de que
prácticamente la totalidad de las agencias estadounidenses que trabajan
fuera de las embajadas de Estados Unidos están en constante recopilación
y presentación de información sobre ese país. Eso no debería sorprender
a nadie. La CIA opera en embajadas de Estados Unidos en todo el mundo y
a veces usan como máscara la diplomacia. Además, la agencia antidrogas
DEA tiene una enorme presencia en Colombia y opera un programa de
escuchas telefónicas sofisticado. Eso fue conocido mucho antes de que
existiera Wikileaks.
¿Qué opinión tiene de Julian Assange?
Creo
que Assange y Wikileaks tienen todo el derecho de publicar la
información que se les da sobre el comportamiento criminal por parte de
funcionarios públicos. Pero probablemente pudieron haber tenido un poco
más de cuidado con el material que liberaron, actuar de manera más
responsable, en lugar de sólo publicar toda la colección de cables
diplomáticos. Es un hecho que el gobierno de EE.UU. clasifica demasiada
información. Esto significa que se vuelve aún más difícil diferenciar
qué es lo verdaderamente sensible y qué no. Es importante recordar que
hay limitaciones reales a lo que Wikileaks ha contribuido. Esos cables
del Departamento de Estado son importantes fuentes de información, pero
falta mucho, hay todavía un vasto océano de información clasificada
importante en las bóvedas del Gobierno.
Según su conocimiento sobre el conflicto colombiano, ¿cree que los máximos jefes de las FARC terminarán extraditados en EE.UU.?
Esa
es la gran pregunta, ¿no es así? Si la historia sirve de guía, EE.UU.
insistirá en la extradición de los líderes de las FARC relacionados con
el tráfico de drogas o con los responsables de secuestros o asesinatos
de ciudadanos estadounidenses.
¿Ve viable el proceso de paz con las FARC?
Las
cosas parecen más esperanzadoras ahora que en el pasado, así que yo
diría que es viable. Pero esto es Colombia, por lo que hay muchas
razones para ser escéptico.
¿Qué explica que tantos
narcotraficantes hubiesen caído uno tras otro en Colombia y en el resto
de Latinoamérica y, sin embargo, el negocio siga tan próspero y
saludable?
Es una combinación de sencilla economía de la
oferta y la demanda, combinada con la extrema pobreza, el subdesarrollo y
las políticas de drogas inadecuadas. Una combinación muy peligrosa.
Finalmente, ¿cuáles archivos entregará usted al Centro de Memoria Histórica y por qué?
Esta
es la historia secreta y compartida de EE.UU. y Colombia, el resultado
de 15 años de investigación y miles de solicitudes de FOIA. El pueblo de
Colombia tiene el derecho de saber cómo y por qué su país ha sido tan
desgarrado por los conflictos, y esas respuestas no están fluyendo
fácilmente a partir de los archivos de su propio aparato militar y de
inteligencia. Dadas las circunstancias, lo mejor que podemos hacer es
aprovechar el vasto océano de información en poder de las agencias de
seguridad de EE.UU. Espero que esta colección pueda darles a los
colombianos una imagen más completa del conflicto que ha asolado el país
durante tanto tiempo.
The Guantanamo Secret Files
En la nueva revelación de documentos clasificados de Estados Unidos,
Wikileaks saca a luz la verdad del evidente ícono de la Administración
de Bush y su "Guerra contra el terror" — la prisión en la bahía de
Guantánamo, Cuba, que abrió sus puertas el 11 de Enero de 2002 y que hoy
permanece aún abierta, en la Administración del Presidente Obama, a
pesar de las fallidas promesas de cerrar tan criticado lugar en el
primer año de su gobierno.
En miles de páginas de documentos que abarcan desde el año 2002 al
2008, nunca antes vistos por los medios y el público en general, los
casos de la mayoría de los prisioneros detenidos en Guantánamo - 765 de
un total de 779 - son descritos en detalle en los memorandos que Fuerza
de Tarea Conjunta en la Bahía de Guantánamo ( JTF-GTMO por sus siglas en
inglés) enviara al Comado Sur de los Estados Unidos, en Miami, Florida.
Estos memorandos, que contienen las recomendaciones de la JTF-GTMO
sobre circunstancias como si los prisioneros en cuestión debían
continuar detenidos o podían ser liberados (más bien transferidos hacia
sus países de origen o a otros gobiernos) aportan cuantiosa y crucial
información, nunca antes revelada al público, por ejemplo, evaluaciones
de la salud de los prisioneros y en el caso de la mayoría de los 172
prisioneros que aún permanecen detenidos, aportan fotografías (que en su
mayoría salen a la luz por primera vez).
Los documents también aportan información de los 201 prisoneros que
salieron de Guantánamo entre 2002 y 2004, la cual, a diferencia de la
información de los demás prisioneros (resúmenes de la evidencia y
transcripciones de los tribunales, que se harían públicos como resultado
de la solicitud judicial interpuesta por distintas agrupaciones de
periodistas en 2006), nunca antes se ha hecho pública.
La mayoría de los documentos revelan deplorables niveles de
incompentencia bastante familiares para los expertos que han estudiado a
la prisión de Guantánamo con detenimiento. Allí, hombres inocentes
están detenidos por error (o como consecuencia de las jugosas
recompensas ofrecidas por Estados Unidos a los aliados a cambio de
sospechosos que puedieran pertenecer a al-Qaeda o a los talibanes).
También permanecen allí numerosos soldados de rango militar
insignificante, reclutados forzosamente por los talibanes en Afganistán y
Pakistán.
Más allá de los casos que no se conocían con anterioridad, los
documentos también sacan a luz las historias de otros 399 prisioneros
que salieron de Guantánamo desde Septiembre de 2004 hasta el día de hoy y
de siete hombres que murieron en prisión.
Los memos aparecen firmados por el Comandante de Guantánamo y
califican a los prisioneros en cuestión como de bajo, mediano o alto
riesgo. Aunque dicha clasificación no es concluyente sobre si un
prisionero debía ser trasladado hacia otra ubicación, ya que las
decisiones de taslado se tomaban en un nivel de comando más alto,
representan no solo las opiniones de la JTF-GTMO sino también de la
Fuerza de Tarea de Investigación Criminal, creada por el Departamento de
Defensa para conducir las interrogaciones de la “Guerra contra el
Terror” y también de los BSCTs, los equipos científicos de
comportamiento humano conformados por psicólogos, que tenían la última
palabra para determinar el abuso al que los prisioneros eran sometidos
al ser interrogados.
Es crucial mencionar que los documentos también aportan información
detallada de la inteligencia usada para justificar la detención de los
prisioneros. Para muchos lectores esta será la sección más fascinante de
los documentos, ya que ofrece una visión extraordinaria de la labor de
inteligencia de los Estados Unidos, pero hay que advertir que aunque
muchos de los documentos claman y prometen prueba de la asociación de
los prisioneros con al-Qaeda u otras organizaciones terroristas, se
requiere extrema cautela al analizarlos.
Los documentos aportan las aseveraciones de testigos - en la mayoría
de casos, de los mismos compañeros de prisión - cuyas declaraciones son
poco confiables, o bien por haber sido obtenidas por medio de métodos de
tortura u otras formas de coerción (algunas veces no en la propia
Guantánamo, sino que en diversas prisiones secretas manejadas por la
CIA) o porque aportan testimonios falsos para tratar de asegurar un
mejor tratamiento en Guantánamo.
Aparecen de forma regular en todos los documentos una serie de
testigos cuyas palabras deben considerarse “poco fiables”, incluyen los
siguientes detenidos de “alto valor” o prisioneros fantasmas.
Por favor note que el ISN y el número entre paréntesis que sigue los
nombres de los prisioneros se refiere a la abreviatura del Número Serial
de Reclusión por medio del cual los prisioneros son identificados
mientras se encuentran en custodia de las autoridades de los Estados
Unidos en conflictos armados.
Abu Zubaydah (ISN 10016), el supuesto detenido de “alto valor”
secuestrado en Pakistán en Marzo de 2002, quien pasó cuatro años y medio
detenido en prisiones secretas de la CIA, incluyendo facilidades
ubicadas en Tailandia y Polonia. Abu Zubaydah fue sometido a la técnica
de tortura conocida como “submarino” (“waterboarding” en inglés), una
forma controlada de asfixia por ahogamiento, en 83 distintas ocasiones
mientras se encontraba bajo la custodia de la CIA en Agosto de 2002. Abu
Zubaydah fue trasladado a Guantánamo junto con otros 13 detenidos de
“alto valor” en Septiembre de 2006.
A Ibn al-Shaykh al-Libi (ISN 212), el emir de un campo de
entrenamiento militar del cual Abu Zubaydahera el portero, y quien, a
pesar de que su campo de entrenamiento fuera cerrado por los talibanes
en el año 2000, al rechazar que éste fuera tomado por al-Qaeda, lo
describen los documentos como un comandante militar de Osama bin Laden
en Tora Bora.
Inmediatamente después de su captura en Diciembre de 2001, al-Libi
fue entregado por la CIA a Egypto, donde. luego de ser sometido a
tortura, confesó falsamente que efectivos de al-Qaeda habían sostenido
reuniones y discusiones con Saddam Hussein para obtener armas químicas y
armas biológicas. Aunque Al-Libi se retractó de dicha mentira, fue esa
información falsa la que usara la Administración Bush para justificar la
invasión a Irak en Marzo de 2003. Al-Libi nunca fue enviado a
Guantánamo, aunque en algún momento, probablemente en 2006, la CIA lo
envió de vuelta Libia,donde fue encarcelado y donde murió, a causa de un
aparente suicidio, en Mayo de 2009.
Sharqawi Abdu Ali al-Hajj (ISN 1457), un ciudadano yemení, también
conocido como Riyadh “El Facilitador”, quien fue capturado en una redada
domiciliaria en Pakistán, en Febrero de 2002, y lo describen como “un
facilitador de al-Qaeda”. Después de su captura fue transferido a una
prisión para tortura que el Estado de Jordania opera para la CIA, donde
permaneció cerca de dos años, para luego permanecer detenido en
facilidades estadounidenses en Afganistán. Lo enviaron hacia Guantánamo
en Septiembre de 2004.
Sanad Yislam al-Kazimi (ISN 1453), un yemení, quien fue secuestrado
en los Emiratos Árabes Unidos en Enero de 2003 y después retenido en
tres distintas prisiones secretas, que incluyen la “Prisión Oscura”
cerca de Kabul y otra prisión dentro de las facilidades de la Base Aérea
de Bagram. En Febrero de 2010, el Juez Henry H. Kennedy Jr. de la Corte
Distrital de Washington D.C. concedió la petición de habeas corpus del
prisionero yemení Uthman Abdul Rahim Mohammed Uthman, en gran parte por
su rechazo a aceptar el testimonio ofrecido por Sharqawi al-Hajj o Sanad
al-Kazimi. El Juez se expresó así: "La Corte no fallará basándose en
los testimonios de Hajj or Kazimi porque existe evidencia irrefutable
que consta en autos, que en el momento en el que declararon, al ser
interrogados, ambos hombres habían sido torturados”.
Otros incluyen a Ahmed Khalfan Ghailani (ISN 10012) y Walid bin
Attash (ISN 10014), dos de los detenidos de “alto valor” transferidos a
Guantánamo en Septiembre de 2006, después de haber permanecido cautivos
en prisiones secretas de la CIA.
Otros testigos poco fiables, cuyas declaraciones fueron recogidas en Guantánamo durante su detención, incluyen:
A Yasim Basardah (ISN 252), un yemení, conocido por sus declaraciones
falsas, tal como el Washington Post lo reportara en Febrero de 2009, le
fue dado un trato preferencial en Guantánamo, al convertirse en lo que
algunos oficiales consideraron un importante informante, aunque
existieran muchas razones para no fiarse de él. Como observara el
Washington Post “oficiales militares... expresaron sus reservas de la
credibilidad de su testigo estrella desde el año 2004” y en el año 2006,
un artículo para el National Journal, Corine Hegland describió cómo,
después de un Tribunal Revisor del Status de los Combatientes a cuyo
procedimiento recurrió un prisionero que había excepcionalmente ubicado
en un campo de entrenamiento aún antes que éste llegara a Afganistán,
por información facilitada por Basardah; el representante personal de
éste (un oficial militar que le fue asignado, en lugar de un abogado)
investigó el expediente de Basardah y descubrió que éste había formulado
acusaciones similares contra otros 60 prisioneros. En enero de 2009, en
la Corte Distrital de Washington DC, Richard Leon (nombrado por George
W. Bush) excluyó el testimonio de Basardah al declarar procedente el
recurso de habeas corpus a favor de Mohammed El-Gharani, un nacional de
Chad que tenía solamente catorce años cuando fue capturado en un redada a
una mezquita en Pakistán.
El Juez Leon notó que el gobierno le “advirtió de forma específica
para no fiarse de sus declaraciones sin una corroboración independiente
de los hechos” y en otros casos que siguieron otros jueces reiteraron el
precedente, desacreditando aún más al testigo estrella.
Mohammed al-Qahtani (ISN 063), un nacional de Arabia Saudita,
considerado como el planificador número veinte de los ataques de 11 de
Septiembre, fue sometido a un programa específico de tortura en
Guantánamo, aprobado por el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld. Este
programa consistía de veinte horas de interrogaciones diarias, durante
un período de varios meses, y otros muchos métodos mejorados para
interrogar, los cuales dañaron seriamente su salud. Variaciones de
dichas técnicas luego se practicaron en otros prisioneros en Guantanamo
(y a Abu Ghraib), y así fue que en Enero de 2009, justo antes que George
W. Bush dejara el poder, Susan Crawford, una Juez retirada, amiga de
Dick Cheney y de David Addington, a la que nombraron como observadora de
las comisiones militares que actuaban de forma conjunta en Guantánamo,
expresó a Bob Woodward su rechazo a presentar cargos contra al-Qahtani,
por los motivos acá citados y que la Juez Crawford expresara: "Nosotros
torturamos a Qahtani. El trato al que fue sometido cumple con la
definición legal de tortura”. Como consecuencia, sus numerosas
declaraciones acerca de otros prisioneros debían considerarse sin valor
alguno.
Abd al-Hakim Bukhari (ISN 493), un saudita mantenido en cautiverio
por al-Qaeda por considerarlo un espía, quien fue liberado por las
fuerzas armadas de los Estados Unidos de una prisión Taliban para luego
enviarlo, sin explicación, a Guantánamo (junto a otros cuatro hombres
liberados de dicha prisión) es catalogado en los expedientes como un
miembro de al-Qaeda, y un testigo confiable.
Abd al-Rahim Janko (ISN 489), un sirio kurdo torturado por al-Qaeda
por considerarlo un espía, y después prisionero de los talibanes junto
con Abd al-Hakim Bukhari, cuya historia se menciona arriba, también es
utilizado como testigo, aún cuando su estado mental era considerado
inestable. Tal y como su evaluación lo indicara en Junio de 2008 “El
detenido está incluido en una lista de detenidos de alto riesgo desde el
punto de vista de la salud... Él padece muchos problemas médicos
crónicos. Tiene un historial psiquiátrico de abuso de sustancias,
depresión, trastorno límite de la personalidad y previos intentos de
suicidio, motivo por el cual está en observación por el equipo de salud
encargado de monitorear su comportamiento, para tratamiento."
Estos son solamente algunos de los casos más obvios, pero alertan a
los lectores ya que ellos son citados de forma repetida en lo que
pretende ser las pruebas del gobierno, y debería ser, como resultado,
muy difícil no arribar a la conclusión que la prueba construida por el
gobierno es fundamentalmente débil y escueta, y que lo que revelan los
expedientes de Guantánamo es, primeramente, que solamente poco más de
una docena de prisioneros están genuinamente acusados de estar
involucrados en terrorismo.
El resto de los documentos, examinados a detalle, nos muestran a
hombres inocentes y hasta niños, capturados por error, o soldados rasos
de los talibanes, no relacionados en forma alguna con el terrorismo. Es
más, muchos de esos prisioneros, fueron de hecho vendidos a las fuerzas
armadas estadounidenses, quienes habían ofrecido jugosas recompensas por
sospechosos de al-Qaeda y el grupo Taliban, por sus aliados afganos y
paquistaníes, una política liderada por el ex-Presidente Musharraf tal y
como lo indica en sus memorias del año 2006 tituladas “En la línea de
Fuego” relata que a cambio de entregar 369 sospechosos de terrorismo a
los Estados Unidos, el gobierno de Pakistán “fue beneficiado con
cuantiosas transferencias que suman millones de dólares”.
Datos incómodos como éstos no se revelan en las deliberaciones de la
Fuerza de Tarea Conjunta, pero son cruciales para comprender la forma en
la que esta colección de documentos fue elaborada. tratando de dar
soporte y sustancia a la retórica que usa el Gobierno para referirse a
Guantánamo y los horrores de los sospechosos terroristas - la misma
retórica del terror que ha paralizado al Presidente Obama y que ha hecho
que recobren su vitalidad las políticas del miedo en el Congreso de los
Estados Unidos.
De hecho, los documentos confirman exactamente lo opuesto: la
anatomía de un crimen de colosales dimensiones perpetrado por el
Gobierno de los Estados Unidos en contra de 779 prisioneros quienes, en
su gran mayoría, no son terroristas ni nunca han estado involucrados en
terrorismo, contrario a lo que el Gobierno de los Estados Unidos quiere
hacernos creer.
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