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jueves, 16 de mayo de 2013
The End of the Free Market
por Doug Bandow
Doug Bandow es Académico Titular del Cato Institute.
Qué rápido cambia el mundo. En 1989 el comunismo colapsó en toda
Europa Oriental. El Muro de Berlín, el símbolo más visible del comunismo
totalitario, cayó sin que se disparara un solo tiro.
La gente hablaba del fin de la historia. El mundo entero sería
democrático y capitalista. Incluso China parecía destinada a unirse al
bando occidental.
En otoño de 2008, fue el capitalismo el que parecía tambalearse o
colapsando. Gran parte del mundo se alejó de los mercados libres y se
encaminó hacia el capitalismo de Estado cuando no hacia el socialismo.
Hoy, China ofrece ese modelo como alternativa al EE.UU. capitalista.
En The End of the Free Market, Ian Bremmer ofrece una discusión
realista pero aún así optimista sobre la competencia contemporánea
entre los mercados libres y el capitalismo de Estado. Aunque ahora
parece lejana la victoria total del capitalismo democrático una vez
imaginada, los mercados libres demostrarán ser más flexibles y fuertes
en el largo plazo.
El colapso del comunismo fue un momento de enorme liberación humana.
Todas las sociedades otrora socialistas buscaron respuestas en
occidente. No obstante, la libertad es buena para los individuos, pero
no para los regímenes que gobiernan. Bremmer indica: “Los gobiernos
autoritarios alrededor del mundo han aprendido a competir
internacionalmente al adoptar un capitalismo liderado por el mercado.
Pero si permitieran que solo las fuerzas de mercado eligieran a los
ganadores y perdedores del crecimiento económico, se arriesgarían a
fortalecer a aquellos que utilizarían su riqueza para competir por el
poder político”. Esta es una razón por la que China conscientemente
evitó la experiencia rusa al mantener el control político al mismo
tiempo que liberalizaba la economía.
La democracia ha avanzado, pero una sociedad liberal está constituida
por mucho más que elecciones regulares. Como explica el Bremmer, “hay un
gran área gris entre Noruega y Corea del Norte”. Freedom House cuenta
121 democracias pero un cuarto de estas no son libres. La Unidad de
Inteligencia de The Economist cita 30 democracias “completas”, 50 “defectuosas” y 87 democracias “híbridas” o estados “autoritarios”.
De igual manera, el capitalismo ha avanzado, aunque no tan
victoriosamente como una vez se esperaba. El cuento ya no es que la
globalización arrasa con todo lo que se le pone por delante,
homogenizando efectivamente el panorama mundial, anteriormente diverso.
Bremmer dice: “El poder del Estado ha vuelto. A lo largo de la última
década, una nueva clase de empresas se han posicionado en el escenario
internacional: empresas que son propiedad de o están estrechamente
relacionadas con sus gobiernos de origen”.
Por supuesto, no hay nada nuevo acerca de los gobiernos autoritarios o
del intervencionismo estatal en la economía. El mercantilismo dominó la
política europea en algún momento. Aunque aquella filosofía ha sido
desacreditada, “Los gobiernos están nuevamente interviniendo en sus
economías para promover intereses nacionales declarados y han encontrado
maneras más sutiles y efectivas de practicar el proteccionismo”, indica
Bremmer.
Las herramientas del capitalismo de Estado son muchas. Las empresas
nacionales de energía son el ejemplo más común; empresas nominalmente
privadas que se presentan como “campeones nacionales” son otro. Los
fondos soberanos de inversión se han vuelto el medio común para que los
estados inviertan la riqueza recaudada por las ventas de recursos
naturales.
China y Rusia son los principales practicantes del capitalismo de
Estado. Otros ejemplos incluyen a Emiratos Árabes Unidos, Ucrania,
Argelia y Brasil. Incluso India, país que ha transitado hacia el libre
mercado al tiempo que mantenía su sistema democrático, “permanece
posicionada entre el modelo económico dominado por el Estado de antes y
el modelo económico liderado por la empresa privada”, escribe Bremmer.
El reto para las democracias orientadas hacia el mercado es obvio: los
estados autocráticos han adquirido recursos y formas sofisticadas de
utilizarlos para obtener ventajas políticas. Esto les da una oportunidad
de influir en la política de las naciones occidentales y ganar
influencia internacional a costa de la estadounidense. De hecho, el
capitalismo de Estado parece permitirle a los dictadores tener los
beneficios económicos del capitalismo sin tener que pagar los costos
políticos de la libertad.
Sin embargo, el capitalismo de Estado no puede evitar las inevitables
ineficiencias del control estatal. Hay razones buenas e incluso
contundentes para liberalizar los mercados financieros y globalizarse.
Mientras que el debate acerca de las causas de la crisis financiera
continúa, es obvio que la política gubernamental desempeñó un papel
crítico. ¿Qué mejor ejemplo de una herramienta de capitalismo de Estado
que empresas patrocinadas por el Estado como Fannie Mae y Freddie Mac?
Además, los políticos que persiguen sus propios intereses son
incapaces de limitar sus intervenciones y de llevarlas a cabo de manera
correcta. Por lo tanto, el capitalismo de Estado inevitablemente tendrá
consecuencias negativas. Como explica Bremmer, “La destrucción creativa
asegura que las industrias que producen cosas que nadie quiere
eventualmente colapsen. Cuando esto sucede en sistemas de capitalismo de
Estado, la ira del público recae sobre las elites gobernantes, no sobre
los perversos capitalistas”.
Y todavía hay más. Una de las aseveraciones de Bremmer es que el
capitalismo de Estado carece de cualquier atractivo positivo. “Nunca
igualará al atractivo que el comunismo una vez tuvo para la imaginación
popular, porque en realidad no es una respuesta a la injusticia social o
económica”. De hecho, el propósito del capitalismo de Estado es
mantener a las elites gobernantes, no liberar a las masas oprimidas.
Más parecido al fascismo, el capitalismo de Estado tiende a ser
nacionalista, lo que dificulta la cooperación internacional. Los países
usualmente actúan en contra de algo (particularmente EE.UU.) en lugar de
actuar a favor de algo. Gran parte de los países que tienen un
capitalismo de Estado también tienen que lidiar con retos políticos a
nivel nacional —ésta es una de las razones por las cuales han adoptado
esta estrategia. Así que las obligaciones domésticas limitarán el
alcance de dichos sistemas.
El reto que representa el capitalismo de Estado es claramente real.
Pero Bremmer cree que el capitalismo verdadero ganará. Bremmer escribe
que: “Los mercados libres probablemente sobrevivirán al capitalismo de
Estado tal y como se practica ahora en China, Rusia, los estados del
Golfo y en otras partes —de la misma forma que demostraron ser mejores
que el comunismo al estilo soviético”.
Pero no es suficiente confiar en que el sistema funcionará. El colapso
financiero demostró cómo los supuestos amigos del capitalismo muchas
veces se colocan entre sus más grandes enemigos. Por lo que Bremmer
tiene razón en llamar a “aquellos que creen en los mercados libres para
que aprendan de los fracasos que desataron una crisis, a practicar el
tipo de capitalismo que predican y a renovar su compromiso con los
principios que los han ayudado a prosperar”. Amén.
Este artículo fue publicado originalmente en el The Washington Times (EE.UU.) el 28 de junio de 2010.
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¿Es posible imaginar un desarrollo infinito en un planeta finito?
Puede concebirse un Universo con una Fuerza Irresistible y aun otro con un Objeto Inamovible, pero ¿existe un Universo que tenga a éstos dos titanes?
El desarrollo reciente de
conceptos como la huella ecológica o la deuda ecológica, pone en evidencia
que los modelos socio-económicos vigentes no son viables a largo plazo. Además de
ser insostenibles, tampoco son justos ya que actualmente un 20% de la población mundial
(de los países del Norte) consume el 80% de los recursos planetarios. La reflexión
ecológica no se puede desvincular por lo tanto de una reflexión social sobre el
reparto justo de los recursos naturales. En otras palabras, la justicia global tiene
relación directa con el espacio ecológico ocupado tanto por los países
mal-llamados “desarrollados” como por las élites de los países del
Sur.
El desafío que presenta el consumo razonable de energía puede resumirse en una simple pregunta:
¿Es posible imaginar un desarrollo infinito en un planeta finito?
Obviamente, la respuesta es: "¡No!". Nuestros recursos naturales no
son interminables, y la Tierra cada año se empobrece más, dada la
explosión demográfica y el consumo desmesurado que caracterizan nuestros
tiempos.
Las estadísticas nos proporcionan bastante información. En el último
siglo, la población mundial se ha incrementado en más de 7 mil millones
de personas. Si resulta difícil imaginarse lo que representa un siglo,
se debe saber que cada día hay 3.500.000 seres humanos más que el día
anterior sobre la Tierra, y que cada uno de ellos tiene necesidades
energéticas.
Hace mucho tiempo, nuestros antepasados usaban la madera para obtener
calor y cocinar su comida, pero más tarde se reemplazó por el carbón,
el gas y el petróleo. Así, la humanidad ha pasado por alto el uso de la
madera, que es una fuente de energía con conciencia ecológica por
constituir un impacto medioambiental neutro en emisiones de CO2 (Véase
el informe sobre el tema), y que es, sobre todo, renovable, a diferencia
de los combustibles fósiles que se agotan tan rápido como agotan el
planeta contaminando la Tierra y contribuyendo al calentamiento global.
Para todos está claro que nos encontramos en un momento difícil. En
este caso, ¿cuál debería ser nuestro modelo para el futuro desarrollo?
¿Podemos, como lo sostiene el bando progresista, transponer nuestro
modelo occidental de consumo en los países en vías de desarrollo sólo
para poder producir y vender más y más mercaderías? ¿Es razonable, o
incluso posible, que cada persona del planeta tenga un coche, un
televisor, una computadora, un refrigerador, un congelador, un
lavarropas, una secadora, un microondas, un teléfono móvil, un
reproductor multimedia, etcétera?
¿Dónde vamos para hallar los recursos, las materias primas y, finalmente, la energía para hacer que funcionen todos estos aparatos? Y lo que es más importante: ¿cuáles serían las consecuencias para nuestro medio ambiente? Dado el estado en el que ya se encuentra...
¿Dónde vamos para hallar los recursos, las materias primas y, finalmente, la energía para hacer que funcionen todos estos aparatos? Y lo que es más importante: ¿cuáles serían las consecuencias para nuestro medio ambiente? Dado el estado en el que ya se encuentra...
Por otro lado, ¿cómo podemos justificar el hecho de que a los países
ricos se les permita beneficiarse de la profusión de aparatos y equipos
denegados a otros? ¿Qué podría justificar tales distinciones entre los
seres humanos?
Por lo tanto, la situación es clara, y los comienzos de una solución
son visibles: los países ricos tienen demasiado, mientras que otros
países no tienen lo suficiente. Hemos llegado al centro del problema de
nuestro informe. Debemos conservar la energía. No es viable pensar que
nuestra humilde persona no cuenta, o muy poco, dada la factura de la
salud global.
Por lo tanto, un desarrollo ilimitado en un mundo de recursos
limitados es una falsa ilusión que tiene consecuencias dramáticas para
nosotros y las generaciones futuras. Debemos actuar en todas las áreas, y
ahora depende de usted encontrar buenos y malos ejemplos en cada
categoría:
Transporte
Coches, aviones, botes, trenes, bicicletas, paseo a pie...
Producción de energía
Petróleo, gas, carbón, fotovoltaicos, accionados por el viento...
Consumo
Electrodomésticos, objetos recreativos, calefacción, aire acondicionado...
El hecho de no mencionar industrias de toda clase que pueden producir
según 2 modelos, sino las que más comúnmente eligen el modelo que
respeta el medio ambiente y, por lo tanto, a los seres humanos, es una
limitación muy costosa. ¡El segundo modelo integra la noción de respeto y
prohíbe el saqueo y la destrucción de recursos naturales que, en
realidad, pertenecen a todos!
Todos podemos contribuir a reducir el gasto de energía, todos y cada
uno de nosotros. A continuación, presentamos una lista no exhaustiva de
lo que cada uno de nosotros puede hacer:
Apagar las luces cuando salga de una habitación
Usar focos de bajo consumo
No dejar ningún aparato en estado de suspensión
Apagar las pantallas de las computadoras
Evitar los envases innecesarios o no reciclables
Elegir envases reutilizables
Reducir y clasificar la basura
Aislar la casa, vivir en armonía con la estación del año
Ajustar el termostato a 19º y usar un pulóver si es necesario
Restringir el uso del aire acondicionado y usar remera para mantenerse fresco
Usar energía renovable
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