Irak celebra hoy su día de la Independencia, el 3 de octubre de 1932, finalizó el mandato británico y el país obtuvo la independencia nominal.
Irak ocupa el territorio de una de las más antiguas civilizaciones de
Occidente. La Mesopotamia fue el lugar donde se desarrollara, hacia el
año 5000 a.C., la cultura sumeria. En 2371 a.C., el rey Sargón de Akkad
tomó el control de la región y estableció la primera Dinastía asiria. El
Imperio Asirio expandió sus dominios incluyendo las modernas Turquía,
Irán, Siria e Israel, hasta derrumbarse en 612 a.C. con la caída de su
capital, Nínive (la actual Mosul) y ser sustituido por la civilización
babilónica. El rey Hammurabi (que habría gobernado entre 1792-50 a.C.)
hizo de Babilonia su capital y creó el primer código legal.
Nabucodonosor II (circa 605-562 a.C.), un magnífico constructor,
desarrolló los jardines colgantes que hicieron de la ciudad una de las
más espléndidas de la antigüedad.
La era babilónica vio su fin cuando los persas, al mando del Rey Ciro
el Grande, invadieron en 539 a.C. y dominaron la región hasta las
conquistas de Alejandro Magno en 331 a.C. Sus sucesores, los seléucidas,
gobernaron por 175 años hasta las nuevas invasiones persas comandadas
por los partos, que construyeron múltiples canales y sistemas de
irrigación. Posteriormente, los sasánidas fundaron una nueva capital en
Ctesifón, cerca del Tigris.
Tras las conquistas árabes en el siglo VII (ver Arabia Saudita)
Mesopotamia fue el centro geográfico de un enorme imperio. Un siglo
después la nueva dinastía de los Abbas trasladó la capital de Damasco
hacia el este, donde el califa al-Mansur construyó, a orillas del
Tigris, una nueva: Bagdad. Durante tres siglos, la ciudad de Las Mil y
Una Noches fue el centro de una naciente cultura.
Desde los griegos, el mundo mediterráneo no había visto tal
florecimiento de las artes y las ciencias. Sin embargo, la gran
extensión del imperio hizo que, a la muerte de Harum al-Raschid,
empezara el derrumbe. Perdidas las provincias africanas, independizada
toda la región situada al norte y al este de Persia bajo los tahiríes
(Reino de Jorasán), los califas debieron recurrir cada vez más a
ejércitos de esclavos o mercenarios (sudaneses o turcos) para mantener
el control de un estado que menguaba continuamente. Cuando los mongoles
mataron al último califa de Bagdad en 1258, el califato como realidad
política ya no existía.
Luego de las conquistas de Gengis Khan, que arrasaron la economía
agrícola, la región se modificó profundamente y numerosos estados
(turcos, seléucidas u otomanos, mongoles, turcomanos, tártaros o kurdos)
se alternaron en el poder. El desplazamiento de pueblos de las estepas
(ver Afganistán) trajo gran inestabilidad a la media luna fértil que,
luego de la tentativa de Timur Lenk (Tamerlán) en el siglo XIV,
desembocó en la unificación bajo el dominio de los turcos-otomanos en el
siglo XVI.
Al comenzar el siglo XVI el sunnismo tenía el poder en Irak, bajo el
mando otomano. Igualmente, los chiítas del sur (identificados con el
régimen iraní) seguían manteniendo gran prestigio, lo que limitaba la
autoridad turca. Los esfuerzos estaban dirigidos a mantener abiertas las
rutas comerciales (que unían Oriente y Occidente hasta el Mediterráneo)
a través del territorio, como alternativa a las rutas marítimas que
rodeaban África. Esto significaba enfrentarse a las indomables tribus
árabes y kurdas y a los continuos avances iraníes. Suleiman impuso un
estricto y directo control sobre el territorio iraquí, buscando cumplir
estos objetivos.
A comienzos del siglo XVII, la autoridad de los líderes locales
dentro de Irak había crecido notablemente. Por entonces, Bakr Su Bashi,
jefe militar de una guarnición con sede en Bagdad, se unió al sha
Safavid 'Abbas I, quién logró el control del centro del país. Mientras
Mosul y Shahrizor continuaron bajo el dominio otomano la zona central
permaneció bajo el gobierno de Abbas I entre 1623 y1638.
El Tratado de Qasr-i Shirin (también llamado Tratado de Zuhab) de
1639 puso fin al conflicto y devolvió el control de Bagdad a los
otomanos. Con la excepción de los disturbios tribales, Irak se mantuvo
en relativa estabilidad. El sur del país fue definitivamente controlado
en 1668 y los problemas que se sucedieron reflejaban lo que acontecía en
Estambul, centro del Imperio Otomano.
El siglo XVIII trajo importantes cambios en la región. El gobierno
del sultán Ahmed III en Estambul se caracterizó por la calma política y
las reformas (influenciadas por el modelo europeo).
En Bagdad, Hasan Pasha (1704-1724), de origen georgiano, fue sucedido
por su hijo, Ahmed Pasha (1724-1747), quien introdujo los mamelucos
desde Georgia. Eran esclavos, principalmente cristianos del Cáucaso,
entrenados para tareas militares y administrativas que, a la muerte de
Ahmed, quedaron en el poder nombrando al yerno de éste, Suleiman Abu
Layla, primer pasha mameluco de Irak.
Desde la segunda mitad del siglo XVIII, el poder mameluco transcurrió
alternando épocas de prosperidad y calma con otras plagadas de
problemas internos y corrupción.
Al despuntar el siglo XX, los movimientos partidarios de un
«renacimiento árabe» en la región también se notaron en Irak, preparando
la gran rebelión que sacudió el dominio turco durante la Primera Guerra
Mundial (ver Arabia Saudita, Jordania y Siria). Los ingleses intentaban
ampliar su influencia en la región. Derrotados los turcos, la
expectativa independentista se frustró cuando se conoció el Tratado
secreto Syles-Picot de 1916, por el cual Francia e Inglaterra se
dividían los territorios árabes. Faisal, hijo del jerife Hussain, fue
expulsado de Siria por lo franceses. La formalización del mandato
británico sobre Mesopotamia hizo estallar una rebelión independentista
en 1920.
En 1921 el emir Faisal ibn Hussain fue coronado rey de Irak como
compensación. En 1930 el general Nuri as-Said, que había asumido como
primer ministro, firmó un tratado con los británicos por el cual el 3 de
octubre de 1932 el país obtuvo la independencia nominal.
Ese mismo año se firmó el Pacto de Bagdad, que estableció una alianza
militar entre Irak, Turquía, Pakistán, Irán, Gran Bretaña y Estados
Unidos. El pacto fue resistido por los nacionalistas de Irak. La
agitación antiimperialista condujo al golpe militar de julio de 1958,
dirigido por el general Abdul Karim Kassim, y culminó con la ejecución
de la familia real.
El nuevo régimen disolvió todos los partidos en julio de 1959 y
proclamó la anexión de Kuwait. La Liga Árabe, dominada entonces por
Egipto, autorizó el desembarco de tropas británicas para proteger el
enclave petrolero y frustró el intento.
La colaboración de la URSS y China hizo pensar en Irak como una
«nueva Cuba» (hubo intentos de planificación económica, el poder de los
grandes terratenientes fue debilitado por una reforma agraria y se
restringieron las ganancias de la Irak Petroleum Company). Pero en 1963
Kassim fue derrocado por los sectores panárabes del ejército. Luego de
algunos gobiernos inestables, en julio de 1968 un golpe militar instaló
al partido Baas en el poder.
Fundado en 1940, el Baas (en árabe «resurgimiento») concebía al
conjunto del mundo árabe como una «unidad política y económica
indivisible», en la que ningún país, por sí solo, «puede reunir las
condiciones necesarias para su vida independientemente de los demás». El
Baas proclamaba que «el socialismo es una necesidad que brota de la
razón misma del nacionalismo árabe» y se organizaba a nivel «nacional»
(árabe), con direcciones «regionales» para cada país.
Irak nacionalizó las empresas extranjeras y defendió la utilización
del petróleo como «arma política en la lucha contra el imperialismo y el
sionismo». Insistió en la defensa de los precios y en la consolidación
de la OPEP. Se decretó la reforma agraria y ambiciosos planes de
desarrollo llevaron a invertir los ingresos petroleros en la
industrialización del país.
En 1970 el gobierno de Bagdad oficializó el idioma kurdo y dotó al
Kurdistán de autonomía interna. Sin embargo, instigados por Irán, los
caudillos tradicionales se levantaron en armas. En marzo de 1975 el
acuerdo fronterizo irano-iraquí los privó de su principal apoyo externo.
Los rebeldes fueron derrotados. Se dispuso la enseñanza del kurdo en
las escuelas locales, mayor inversión en la región y la designación de
kurdos en altos puestos de la administración pública.
Irak bajo Saddam Husein.
En julio de 1979 el presidente Hassan al-Bakr renunció y fue
sustituido por el Vicepresidente Saddam Hussein, que intentó llevar a
Irak a un puesto de liderazgo en el mundo árabe.
Hussein rechazó los acuerdos de paz de Camp David firmados entre
Israel, Egipto y Estados Unidos, pero sus relaciones con otros países
árabes también empeoraron.
Fuerzas iraquíes comenzaron en setiembre de 1980 el ataque a
posiciones iraníes, desatando una guerra que duró ocho años. Occidente
respaldó a Irak contra el régimen fundamentalista del Ayatollah Khomeini
en Irán.
El 17 de junio de 1981, con el pretexto de que Irak se proponía
producir armas atómicas, aviones de Israel destruyeron la central
nuclear civil de Tamuz.
Durante la guerra, sauditas y kuwaitíes, tratando de frenar el
fundamentalismo iraní, otorgaron créditos a Bagdad, que fueron
utilizados tanto conflicto como en obras de infraestructura. Se tendió
un oleoducto por Turquía como alternativa al que cruzaba hacia el
Mediterráneo (cerrado por Siria en solidaridad con Irán) y se mejoraron
las carreteras hacia Jordania.
Tras 17 años de ruptura diplomática, en noviembre de 1984 se
restablecieron los lazos oficiales con Estados Unidos. Pese a las
declaraciones de Washington acerca de su neutralidad en el conflicto
irano-iraquí, el escándalo «Irán-contras» (ver Nicaragua) dejó al
descubierto el doble juego de la superpotencia.
Por el armisticio de 1988 Irak se quedó con 2.600 km2 de territorio
iraní y con un ejército poderoso y fogueado que pronto encontró un
pretexto para volver a actuar.
La guerra entre Iran e Irak fue parte del resultado de la compra de
armas masivas, por parte de los dos países, durante la década de 1970,
en la cual el precio del petróleo había repletado las arcas estatales y
Occidente recuperaba su dinero vendiendo armas y tecnología. En 1975,
Irán era el mayor comprador de armas estadounidenses. Saddam Hussein
tampoco hubiera invadido Kuwait, ni Irak padecido la subsecuente Guerra
del Golfo en 1990, de no haber mediado estas importaciones.
Invasión de Irak a Kuwait.
El vecino Kuwait extraía de los yacimientos ubicados en la frontera
con Irak más petróleo del que le correspondía. Ante un aparente guiño de
neutralidad estadounidense, el 2 de agosto de 1990 invadió Kuwait y
tomó a miles de extranjeros como rehenes.
El 8 de agosto Iraq se anexionó el emirato. Los países occidentales,
liderados por EE UU, forzaron un embargo comercial de la ONU a Iraq, y
durante los meses siguientes más de medio millón de soldados extranjeros
se concentraron en Arabia Saudí. El 15 de enero de 1991, tras expirar
el ultimátum concedido a Iraq para abandonar Kuwait, la aviación aliada
inició una campaña de cinco semanas de bombardeos conocida como Tormenta
del desierto. El ejército iraquí se desmoronó rápidamente y el 26 de
febrero las fuerzas aliadas entraron en la capital recibidas por la
alborozada multitud y nubes de acre humo negro procedentes de los pozos
de petróleo incendiados por un ejército iraquí en retirada. Ignorando la
orden de retirarse sin armas y a pie, un convoy de tanques, coches y
camiones armados iraquíes que trataba de cruzar a través de las Mutla
fue objeto de un feroz ataque aliado conocido como “tiro al pavo”.
Cuatro días después la ONU decidió un bloqueo económico y militar
total hasta que Irak abandonara sin condiciones el territorio ocupado.
Se rechazó una propuesta de retirada a cambio de discutir los problemas
del Oriente Medio en una conferencia internacional. Cuando Irak comenzó a
liberar los rehenes e intentar negociaciones, Estados Unidos cerró las
puertas al diálogo y exigió una rendición incondicional.
La alianza de 32 países, dirigida por Estados Unidos, atacó el 17 de
enero de 1991. Cuando se inició la ofensiva terrestre, en marzo, Saddam
Hussein ya había anunciado que se retiraría incondicionalmente. El
ejército iraquí no resistió la ofensiva y apenas intentó efectuar una
retirada organizada, pero igualmente sufrió grandes pérdidas. La guerra
finalizó a principios de marzo con la derrota total de los iraquíes.
Sobre el fin de la ofensiva, Estados Unidos alentó la revuelta
interna de los chiítas del sur y los kurdos del norte contra Hussein.
Pero las diferencias políticas entre ambos evitaron una alianza y los
rebeldes fueron aplastados por el todavía poderoso ejército iraquí. Más
de un millón de kurdos buscaron refugio en Irán y Turquía para escapar a
las fuerzas de Bagdad; miles sucumbieron al hambre y al frío al llegar
el invierno.
En la guerra murieron entre 150 mil y 200 mil personas, en su mayoría
civiles. Por los efectos del bloqueo subsiguiente, habrían muerto 70
mil personas más, entre ellas 20 mil niños. A fines de 1991 tanto turcos
como iraquíes seguían reprimiendo militarmente a los kurdos de la zona
fronteriza.
Las condiciones para el levantamiento del bloqueo se hicieron muy
severas, por la voluntad estadounidense de provocar la caída de Hussein.
Además, según los periódicos The New York Times y Sunday Telegraph,
Estados Unidos introdujo enormes cantidades de dinares falsos a través
del contrabando por las fronteras de Jordania, Arabia Saudita, Turquía e
Irán. Bagdad impuso la pena de muerte a quienes participaran en tales
operaciones.
A fines de 1991, el gobierno iraquí autorizó la supervisión de los
centros militares por parte de la ONU. En 1992 se comprobó a existencia
del programa de enriquecimiento de uranio, con ayuda alemana. Los
equipos de la ONU destruyeron 460 cohetes de 122 milímetros equipados
con el gas venenoso sarín. También desmantelaron el complejo nuclear de
al-Athir y las instalaciones de enriquecimiento de uranio de Ash-Sharqat
y Tarmiyah y la fábrica de armas químicas de Muthana.
En 1994 se abrió un paso fronterizo con Turquía para permitir la
llegada de ciertos alimentos y medicamentos autorizados por la ONU, como
únicas excepciones al embargo comercial. Sin embargo, en marzo de 1995,
tropas turcas ingresaron en el Kurdistán iraquí –bajo tutela militar
aliada– para reprimir a miembros del Partido de los Trabajadores Kurdos
(PKK).
El aislamiento internacional de Bagdad se agudizó en 1996 cuando
Jordania mejoró sus relaciones con Kuwait y Arabia Saudita. Sin embargo,
el Consejo de Seguridad de la ONU votó el levantamiento parcial del
bloqueo, permitiendo la venta de crudo bajo control, a fin de comprar
alimentos y medicamentos para la población iraquí.
En abril de 1997 un informe de la ONU reveló que el número de muertos
por hambre o falta de medicamentos debido al embargo excedía el millón
de personas, de las cuales 570 mil eran niños. Por su parte, UNICEF
afirmó que «un 25% de los niños menores de cinco años padecía
desnutrición clínica severa».
En octubre el Consejo de Seguridad amenazó con aplicar nuevas
sanciones si no se autorizaba una nueva inspección que verificara que el
gobierno iraquí no estaba en condiciones de fabricar armas químicas y
biológicas. Irak rechazó la presencia de inspectores estadounidenses, lo
que endureció la posición del presidente Clinton, quien, con el
solitario apoyo del primer ministro británico Tony Blair, emprendió un
ataque con misiles en varias ciudades iraquíes. A partir del 16 de
diciembre, la llamada «Operación zorro del desierto» mató a cientos de
iraquíes, civiles y militares.
El Consejo de Seguridad aprobó –con la abstención de Rusia, Francia,
China y Malasia– en diciembre de 1999 reanudar las inspecciones en Irak y
suspender las sanciones económicas si Bagdad cooperaba. Irak, aduciendo
que se trataba de un intento de Estados Unidos de imponer su «malvada»
voluntad en el Consejo de Seguridad, se negó y exigió el levantamiento
de las sanciones.
Al asumir George W. Bush como presidente de EE.UUU, en enero de 2001,
anunció que tendría una política dura y que «revigorizaría» las
sanciones contra Irak. Luego de los atentados contra Washington y Nueva
York de setiembre de ese año, Washington dirigió su mira hacia Bagdad.
Bush no obtuvo el apoyo aliado, ni siquiera de Gran Bretaña. A su vez,
Saddam Hussein recuperó popularidad en el mundo árabe apoyando a la
segunda intifada palestina y proponiendo que, a través del control de
los precios del petróleo, los países musulmanes sostuvieran sus
reivindicaciones comunes.
En su discurso a la nación de enero de 2002, Bush colocó a Irak, Irán
y Corea del Norte en un «eje del mal» y anunció la «necesidad» de
atacar Irak, vinculándolo de manera engañosa con la red terrorista
al-Qaeda y afirmando que la «peligrosidad» del régimen de Saddam Hussein
residía en su «voluntad» de desarrollar armamento de destrucción
masiva. 42 En agosto, Blair convenció a Bush de presentar el caso bélico
de EE.UU. ante la ONU, en tanto Hussein invitaba al jefe de inspectores
de armas de ONU a Bagdad para negociar la inspección de armas.
En setiembre, en la 57ª Asamblea General de Naciones Unidas, convocó a
una escéptica concurrencia de líderes mundiales a confrontar el «grave y
creciente peligro» iraquí, o dejar actuar a Estados Unidos. Al mes
siguiente, Bagdad permitió a la ONU inspeccionar decenas de sitios
«sensibles», pero Gran Bretaña y EE.UU. rechazaron el acuerdo, ya que
pretendían una nueva resolución que autorizara ataques militares en caso
de que Irak no cumpliera con las exigencias.
Respaldados por una nueva resolución de la ONU más acorde a los
deseos de Estados Unidos y Gran Bretaña, los inspectores de la armas de
la ONU volvieron a Irak en noviembre. El informe, de enero de 2003, no
mostraba pruebas de la presencia de armas de destrucción masiva.
Las huellas físicas de la invasión iraquí son difíciles de encontrar
en el Kuwait actual. Relucientes centros comerciales, flamantes hoteles y
autopistas de cuatro carriles dan fe de los esfuerzos del país por
superar la destrucción. No obstante, y a pesar de la caída de Saddam
Hussein, esas cicatrices emocionales siguen abiertas, sobre todo por la
desaparición de cientos de prisioneros de guerra de los que sigue sin
haber noticias.
Invasión a Irak
Aún sin esas pruebas ni una nueva resolución del Consejo de Seguridad
que autorizara explícitamente el uso de la fuerza, Estados Unidos, Gran
Bretaña y las fuerzas de la coalición atacaron militarmente Irak en
marzo de 2003, ingresando por el sur.
En abril, las tropas estadounidenses ingresaron a Bagdad y
continuaron hacia el norte; encontraron fuerte resistencia sólo en las
principales ciudades como Kirkuk y Mosul. Los saqueos se generalizaron
mientras los aliados buscaban a Saddam Hussein junto a otros 54
«principales».
En mayo de 2003, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas levantó
las sanciones económicas sobre Irak. Las fuerzas de ocupación
destruyeron las instituciones del partido Baas (representante del
régimen de Hussein). EE.UU. anunció el fin de la guerra.
El 14 de diciembre se anunció la captura de Saddam Hussein en un
refugio subterráneo. La imagen del ex-líder recorrió el mundo junto a
los rumores de que se trataba de un doble.
En febrero de 2004, mientras los chiítas de Basora continuaban
exigiendo elecciones directas, Kofi Annan –coincidiendo con la postura
del gobierno de Washington y en oposición a la mayoría chiíta– anunció
que la mejor solución para Irak sería un gobierno interino (a instalarse
no antes de finales de junio). Por primera vez, desde la Segunda Guerra
Mundial, tropas japonesas entraron a una zona de conflicto, para ayudar
a la reconstrucción del país.
A fines de febrero de 2004, Kofi Annan y el premier japonés,
Junichiro Koizumi, anunciaron que las elecciones en Irak podrían
realizarse a finales de 2004 o principios de 2005.
Luego de arduas discusiones, el Consejo logró redactar, en marzo de
2004, una Constitución preliminar para gobernar Irak hasta que una
asamblea elegida popularmente pudiera redactar una permanente.
Una serie de fotografías que mostraban a soldados estadounidenses
abusando físicamente de los prisioneros de guerra salieron a luz entre
abril y mayo de 2004. Desde entonces, las pruebas de torturas y malos
tratos fueron en aumento.
En junio de 2004, se autodisolvió el Consejo de Gobierno y asumió un
gobierno interino. Ghazi Yawer –ingeniero civil educado en EE.UU. y
líder tribal de Mosul, al norte del país– asumió como presidente
interino. Iyad Allawi, con estrechos vínculos con la CIA, fue nombrado
primer ministro. Pese a las medidas, la insurgencia –mediante ataques
suicidas y secuestros y, a veces, ejecuciones de funcionarios
extranjeros– se intensificó y tuvo su foco principal en Falluja.
En las elecciones para la Asamblea Nacional de Transición, de enero
de 2005, votaron alrededor de 8 millones de personas. Ganó la Alianza
Iraquí Chiíta Unida; los partidos kurdos fueron segundos.
Tras nueve semanas de negociaciones, el parlamento eligió, a inicios
de abril, una presidencia tripartita. El líder kurdo Jalal Talabani
conduciría interinamente el Consejo Presidencial, junto a Ghazi Yawer
–sunnita– y el hasta entonces ministro de finanzas, Adel Abdul Mahdi
–chiíta–; el también chiíta Ibrahim Jaafari, una de las figuras
políticas más populares del país, fue designado primer ministro.
Massoud Barzani, líder del Partido Democrático de Kurdistán, juró en
junio de 2005 como presidente del Kurdistán iraquí. En julio, una ONG
iraquí estimó en 25 mil los civiles iraquíes muertos desde la invasión
de 2003.
Un proyecto de Constitución fue aprobado, en agosto, por los
representantes kurdos y chiítas, pero no por los sunnitas. En octubre,
Saddam Hussein enfrentó cargos por crímenes contra la humanidad. El
mismo mes se aprobó la nueva Constitución, que convirtió a Irak en una
democracia federal islámica.
En elecciones generales los iraquíes eligieron, en diciembre de 2005,
su primer gobierno no interino desde la invasión. El marco de violencia
no había disminuido y muchos líderes sunnitas denunciaron
irregularidades durante los comicios. En enero de 2006 se anunció el
triunfo de la Alianza Iraquí Chiíta Unida –que también había sido
victoriosa en la elección de la Asamblea de Transición– aunque no obtuvo
la mayoría absoluta.
Entre febrero y abril, continuaron los ataques suicidas contra
objetivos chiítas. El 22 de abril, el reelecto presidente Talabani
invitó al líder chiíta Nuri al-Maliki a formar el nuevo gobierno. Según
la organización Irak Body Count, para mayo de 2006 habían muerto unos 50
mil civiles iraquíes a causa de la intervención militar liderada por
EE.UU. Sin embargo, un estudio supervisado por la Universidad Johns
Hopkins, publicado en octubre establecía la cifra en 655 mil muertos.
En mayo, Nuri al-Maliki asumió como Primer Ministro, y al mes
siguiente presentó ante el Parlamento un plan de reconciliación
nacional.
La situación cada vez más inestable del país amenazaba, en agosto,
con convertirse en una guerra civil. Aunque esto no quisiera ser
admitido por el gobierno de Estados Unidos, otros voceros –entre ellos
el embajador británico en Irak, William Paty– veían esta posibilidad,
así como la división del país por etnias, como un hecho cada vez más
concreto.
En noviembre de 2006, Hussein fue sentenciado a morir en la horca por
el asesinato de 148 personas en la ciudad chiíta de Dujai. Ese mismo
mes, la derrota de los republicanos en las elecciones para la renovación
del parlamento, culminó con la renuncia del ministro de defensa, Donald
Rumsfeld, y una serie de especulaciones acerca de un cambio estrategia
de Washington con respecto a Irak.
Finalmente, al amanecer de la mañana del 30 de diciembre Hussein fue
ahorcado en secreto, frente a un pequeño número de testigos. Una vez
conocida la noticia el gobierno iraquí decretó un toque de queda en
varias ciudades para evitar posibles brotes de violencia. Distintos
gobiernos y líderes mundiales coincidieron en que la ejecución de
Hussein no serviría para pacificar el país.
La organización humanitaria Oxfam, con sede en Reino Unido, dio a
conocer un informe, en agosto de 2007, en el que señaló que, debido a la
violencia que reina en el país, la crisis humanitaria por la que
atravesaban casi un tercio de la población estaba siendo olvidada. Según
la organización, el 70% de los iraquíes no contaba con acceso al agua
potable y sólo 20% de la población accedía a los servicios sanitarios,
cifra comparable a la de los países del África subsahariana.
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