En 1880, la Tercera República
instauró en Francia la fiesta nacional del 14 de julio, en recuerdo de
la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789. Esta conmemoración, cuyo
objetivo es reunir a los franceses bajo el símbolo de su bandera,
también quiere ser un homenaje a la fiesta de la Federación del 14 de
julio de 1790, sinónimo de reconciliación nacional. El 14 de julio se ha
convertido en una fiesta popular que asegura su perennidad.
El 21 de mayo de 1880, Benjamin Raspail,
diputado por París, lanzó el proyecto de ley “La República adopta como
día festivo nacional anual el 14 de julio”. La propuesta fue adoptada
por el Parlamento el 8 de junio, y confirmada por el Senado el 29 de
junio. La ley quedó promulgada el 6 de julio, cuando el ministro de
Interior ya había formado una comisión responsable de decidir el
programa de la jornada, para que la fiesta adquiriera un carácter
nacional ya en su primera convocatoria. Así, se impulsaron en toda
Francia celebraciones laicas en escuelas, inauguraciones de estatuas
republicanas, reparto de víveres a los indigentes, iluminaciones,
campanas y desfile de tropas. La participación del Ejército debe reunir a
todos los afligidos por la pérdida de Alsacia y Lorena, tras el
desastres de Sedán, que supuso la capitulación del Ejército francés ante
Prusia en 1870, y a la forma del tratado de Francfort, el 10 de mayo de
1871.
Las ciudades de mayoría conservadora por supuesto gruñen
ante la idea de celebrar una “ideología” laica y republicada, que sus
ediles rechazan. Monárquicos y católicos consideran la Revolución como
una villanía a la historia, y para ellos el 14 de julio de 1789 supone
más un drama que una epopeya. Rechazan ver en esta fecha la conquista de
la libertad y de la emancipación cívica. Los desfiles triunfales que
recorren las calles de la capital en la tarde de la rendición de la
fortaleza de la Bastilla, símbolo de la arbitrariedad real sólo es una
reunión entre agitadores. No obstante, esta perspectiva queda reducida
con el tiempo, debido a la referencia implícita al 14 de junio de 1790,
que hacen referencia a este día como jornada patriótica, y por ello
también de sus oponentes.
En mayo de 1878 un fiel del republicano Gambetta lanzó
durante una conferencia ante 4.000 personas que “el pueblo francés fue
libre el 14 de julio de 1789. Pero, ¿cuándo la gloria de nuestros padres
fue grande? El 14 de julio de 1790, en el campo de Marte. Fue entonces
cuando se fundó la nación francesa”.
La fiesta de la Federación del 14 de julio de 1790
resultó ser un gran movimiento de fraternización. En París, el campo de
Marte se convirtió en un gran anfiteatro, dominado por el altar de la
patria, levantado en un terraplén para acoger junto a los 14.000
federados procedentes de toda Francia, una multitud estimada en 14.000
personas. Después de la misa, celebrada sobre el altar de la patria, La
Fayette, héroe de la guerra de la independencia de Estados Unidos,
prestó sermón en nombre de los federados, uniendo a los franceses entre
ellos y con su rey para defender la libertad, la constitución y la ley;
después el rey juró su respeto a la constitución decretado por el
Parlamento. En las provincias, este pacto de federación fue pronunciado
al unísono por todos sus habitantes, reunidos por iniciativa de los
municipios. Los ciudadanos se apropiaron de su fiesta en un único
impulso de patriotismo. La unidad nacional ya no sólo era un concepto,
sino la realidad, que hechos sangrantes como la ejecución de Luis XVI en
1793 fragilizaron durante largos años.
El 14 de julio de 1880 debía ser el día de la exaltación
patriótica gala, con la entrega, retrasada desde hacía años, de la
bandera a los nuevos regímenes. El trauma que supuso la pérdida de los
símbolos en el frente prusiano de 1870 sólo podía curarse con una fiesta
de gran simbolismo. La primera edición de la fiesta nacional pretendía
asegurar la cohesión nacional y restablecer la potencia militar de
Francia, apoyándose en la memoria colectiva. Fue además el momento de
entronización a Marianne, el símbolo femenino de la República. Bustos de
Marianne se alzaron en los lugares públicos, y los ciudadanos tuvieron
acceso en los quioscos litografías que la representaban con el gorro
frigio (símbolo de la libertad conquistada por el pueblo) y envuelta en
la bandera tricolor o rodeada de varias banderas (símbolo de la nación
triunfadora).
La exaltación patriótica en una esperanza común ganó muy
rápidamente al gris reencuentro colectivo en las arterias iluminadas,
bailes públicos y fuegos artificiales. Ciudadanos urbanos y rurales
participaron con igual fervor en aquel 14 de julio festivo, los primeros
con oportunidades de diversión muy variadas, los segundos con su
entusiasmo y un ambiente fraternal animado por el trabajo de la tierra.
El 14 de julio de 1919, que fue testigo del desfile de Victoria-
apoteosis de la unión sagrada durante la terrible guerra de 1914-
terminó por una cascada de diversiones.
El carácter republicano y lúdico define la celebración
del 14 de julio en el siglo XXI. El desfile de las tropas ante el Jefe
de Estado, retransmitida en directo en televisión, sigue movilizando a
los telespectadores de todas las edades, y los pequeños bailes,
organizados por las pequeñas orquestas, atraen a todos. Si cualquier
celebración exige recuerdos comunes y de esperanzas colectivas, entonces
el 14 de julio, reforzado por el impacto de la historia mitificada del
año I de la libertad sobre la sensibilidad colectiva de los franceses,
será durante mucho tiempo día de la fiesta nacional.