La Responsabilidad Social Empresarial es el: “Hacer negocios basados en principios éticos y apegados a la ley. La empresa (no el empresario) tiene un rol ante la sociedad, ante el entorno en el cual opera.
Cándido Méndez: “Sólo una minoría de empresas incorpora la RSE en la estrategia global de desarrollo empresarial" (Europa Press, 27-01-2010)
Cándido Méndez: “Sólo una minoría de empresas incorpora la RSE en la estrategia global de desarrollo empresarial" (Europa Press, 27-01-2010)
La Responsabilidad Social Empresarial (RSE o responsabilidad social corporativa (RSC)) tiene que ver con los valores, con
la Misión de la Empresa; constituye una buena excusa conceptual que
propone un cambio cultural que fomente la alteridad en lugar de la
apatía, la solidaridad en lugar del individualismo, la participación en
lugar de la indiferencia, la convivencia con el medioambiente en lugar
de su esclavización, etc. BALTAZAR OJEA
Con el concepto de Responsabilidad Social de las Empresas( RSE ) se propone una idea de la empresa como una institución con unas responsabilidades que van mucho más allá de sus funciones estrictamente económicas y de creación de riqueza y de las obligaciones legítimas que tiene hacia sus propietarios y accionistas.
La RSE no es una cultura de la filantropía, no se busca que las empresas se conviertan en obras de beneficencia, ya que las empresas están hechas para ser rentables. Esto implica que las empresas adopten una postura activa y responsable en torno al impacto de sus operaciones. Esta cultura es una forma de hacer negocios que le garantiza mayor sostenibilidad a lo largo del tiempo a la empresa y crecimiento
económico.
económico.
El programa cuenta con dos ejes transversales: Gestión del Cambio e ISO 26000.
Ambos serán una constante a lo largo del programa de 6 semanas, en que
los participantes adquirirán tanto conceptos como herramientas que les
permitan acompañar a organizaciones que buscan realizar su gestión de
forma socialmente responsable.
La Responsabilidad Social Empresarial es una reflexión ética en torno
a la actividad empresarial que se articula en torno a la sostenibilidad
como valor fundamental, y una nueva perspectiva transversal desde la
que acercarse a todos los elementos de una organización con el fin
inspirar un nuevo modelo de gestión que establezca la sostenibilidad
como principal criterio de desempeño. La
sostenibilidad, considerada tanto en su aspecto de valor ético como de
criterio de desempeño, abarca tanto a los aspectos económicos de la
actividad empresarial como a sus impactos y repercusiones ambientales y
sociales. Ciertamente el primer deber y fundamental criterio de
desempeño de una organización es su sostenibilidad económica, pero la
Responsabilidad Social introduce la necesidad de mantener esa
rentabilidad de manera continuada y nos abre a la consideración de más
aspectos que, además, nos sugiere analicemos desde la perspectiva de las
legítimas expectativas de todos los colectivos implicados y/o afectados
por la actividad de la empresa. En último término, la Responsabilidad
Social viene a decirnos que ser competitivo es algo más que ser rentable
y a indicarnos los caminos por los que transitar para alcanzar esa
competitividad.
La cuestión de la sostenibilidad fue introducida en 1982 por la
Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo de Naciones Unidas.
En un documento denominado “Nuestro Futuro Común” y más conocido como
“Informe Brundtland” califica como sostenible aquel desarrollo que
“atiende a las necesidades del presente sin comprometer la posibilidad
de que las futuras generaciones atiendan a sus propias necesidades”. Así
pues, cualquier práctica que suponga consumir definitivamente o
comprometer sustancialmente cualquiera de los recursos y/o medios, tanto
de índole económica, como social o medioambiental, que las
organizaciones tienen a su disposición debe ser censurada tanto apelando
a la propia sostenibilidad del agente que los consume como a las
consecuencias que ello reportará a las futuras generaciones.
GESTIÓN ÉTICA de la Empresa.
Considerando la decisión empresarial primigenia, crear una empresa, esto
quiere decir que las empresas no están para ganar dinero, sino al
servicio de las personas; el mero beneficio económico no puede ser el
fin de una empresa ética, sino la promoción de la dignidad de las
personas. Asumir que el fin de una empresa es sólo el beneficio
económico es situar la especulación pura y dura como paradigma de
gestión empresarial. El fin de una empresa debe ser situar en el mercado
bienes y servicios que tengan un nivel de demanda que permita la
viabilidad económica del proyecto empresarial. El mercado es el modo en
que la sociedad, como organización social, decide responder a las
preguntas de qué bienes producir, cómo producir dichos bienes y para
quién producirlos. El mercado es la herramienta que la sociedad utiliza
para redistribuir recursos. Por ello ni la actividad empresarial ni el
mercado son autónomos, no se rigen única y exclusivamente por sus
propias reglas, sino que, en aquellos aspectos en los que sea necesario,
deben ser tutelados por la sociedad para que cumplan efectivamente su
misión de redistribución. Lo cual, aunque no sea objeto de esta
reflexión, plantea la pregunta de por qué en un mundo con una sociedad y
un mercado globales, los estados, institución a la que la sociedad
encomienda esa labor de tutela, rehúsan ceder soberanía a instituciones
supranacionales que puedan hacerla efectiva mientras el creciente poder
de las compañías globales supone, de facto, una mengua de su capacidad
para el ejercicio efectivo de esa soberanía que pretenden preservar.
Pasando a un plano más operativo la gestión ética, poner a la persona en el centro de la toma de decisiones, quiere decir, en primer lugar, que las empresas, cómo no podía ser de otro modo, deben evitar los impactos negativos que su actividad pueda generar y hacerse responsables de aquellos inevitables y no trasladar su gestión a la sociedad. Además, no corresponde a la decisión empresarial evaluar qué impactos negativos son admisibles, sino a la sociedad, que será quien debe sopesar los beneficios y perjuicios que obtiene para decidir si éstos son asumibles en función de aquéllos.
Ad intra, de cara a las personas que integran la organización, no cabe duda de que éstas están al servicio de la producción de los bienes o la prestación de los servicios que la empresa oferta; ese es el fin para el que se constituye una empresa. Poner a estas personas en el centro de la toma de decisiones significa ser conscientes y tomar en consideración el impacto que las decisiones empresariales tienen en sus vidas, de tal modo que se retribuya justamente su aportación y no se menoscabe su dignidad. Llegados a este punto nos encontramos con la dificultad de concretar en qué consiste esa dignidad. No hay ninguna duda de que su expresión mínima se halla en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y se concretan, aunque sea de modo provisional, en las diferentes normas de naturaleza laboral que en ella inspiran. Creo que también es indudable que, afortunadamente, al menos en el primer mundo, hemos conseguido ir más allá de esos mínimos pero, una aproximación a ello tiene entidad suficiente para ser objeto de otra reflexión que intente concretar esta aproximación más general a qué debe entenderse por “gestión ética”.
Pasando a un plano más operativo la gestión ética, poner a la persona en el centro de la toma de decisiones, quiere decir, en primer lugar, que las empresas, cómo no podía ser de otro modo, deben evitar los impactos negativos que su actividad pueda generar y hacerse responsables de aquellos inevitables y no trasladar su gestión a la sociedad. Además, no corresponde a la decisión empresarial evaluar qué impactos negativos son admisibles, sino a la sociedad, que será quien debe sopesar los beneficios y perjuicios que obtiene para decidir si éstos son asumibles en función de aquéllos.
Ad intra, de cara a las personas que integran la organización, no cabe duda de que éstas están al servicio de la producción de los bienes o la prestación de los servicios que la empresa oferta; ese es el fin para el que se constituye una empresa. Poner a estas personas en el centro de la toma de decisiones significa ser conscientes y tomar en consideración el impacto que las decisiones empresariales tienen en sus vidas, de tal modo que se retribuya justamente su aportación y no se menoscabe su dignidad. Llegados a este punto nos encontramos con la dificultad de concretar en qué consiste esa dignidad. No hay ninguna duda de que su expresión mínima se halla en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y se concretan, aunque sea de modo provisional, en las diferentes normas de naturaleza laboral que en ella inspiran. Creo que también es indudable que, afortunadamente, al menos en el primer mundo, hemos conseguido ir más allá de esos mínimos pero, una aproximación a ello tiene entidad suficiente para ser objeto de otra reflexión que intente concretar esta aproximación más general a qué debe entenderse por “gestión ética”.
Responsabilidad Social Empresarial.
Tiene la aspiración de proporcionar una contribución duradera a la profesión de la dirección. Este enfoque, centrado en las personas, refleja el convencimiento de que el objetivo de los empresarios y directivos debe ser servir a las personas y a la sociedad.
Con cierta frecuencia los altos directivos de importantes compañías se quejan de que tienen subordinados que son como pesos muertos, lastres; sin embargo, lo más relevante no es que sean fardos, sino si lo eran ya antes de ser entrevistados y contratados (es decir, Culpa de la Organización que no tiene un buen Sistema de Admisión), o han dejado de remar después de un tiempo en la organización (es decir, Culpa de la Organización que des-motiva, mal clima organizaciona, Gerencia Chatarra). La Gerencia de "IMPOSICIÓN" nada de lo anterior entiende.
Quienes dirigen personas y negocios harían un buen empleo del tiempo si se preguntaran frente a un espejo: ¿hacemos algo para convertir talentos con ganas y trayectoria en talantes inertes?, ¿motivamos al personal con gritos que indican ignorancia directriz?,¿pueden producir mas sabiendose sin presente, sin futuro, sin esperanza? . Como advierte un proverbio chino: “Un escultor no añade nada, sólo retira”, tambien lo decía Miguel Ángel. Según que retires del monolito así sale la obra. Hay modos de dirigir, de gerenciar que anestesian, silencian o extirpan lo mejor que llevamos dentro.
Las crisis entrañan puntos de no retorno, los BREAKPOINTS. La actual más si cabe. Por eso intentar resolver nuestros problemas con la misma manera de pensar y de decidir que los creó, está resultando una tarea titánica y fútil.
Si un huevo es roto por una fuerza externa, la vida termina; sin embargo, si es una fuerza interna la que lo fractura, entonces la vida justamente comienza. La necesidad del ahora exige renovarse desde el interior, pues ahí es donde reside la vitalidad de mayores quilates. No importa si hablamos de un país, una empresa, una familia o una persona.
Pasos a seguir.
Es el momento de pasar cabalmente a la acción, pues son las acciones serias las que clarifican las situaciones al eliminar hipotéticos “deberíamos haber hecho”. Eso nos va a obligar, ya que los seres humanos somos intrínsecamente reactivos.
Conviene archivar el esquema obsoleto de resolución de problemas asentado en experiencias pasadas, conclusiones cerradas, respuestas a estímulos y reproductor de remedios ya ensayados. Probemos con un esquema que fomenta la actitud pro descubrimiento de oportunidades que mira sin ingenuidad pero con frescura al futuro, apuesta por la incómoda flexibilidad, y adelantándose a las respuestas convencionales, produce nuevos enfoques. Debajo de los problemas suelen esconderse las soluciones, y la originalidad no es otra cosa que coger a los problemas y a las personas desde su principio, sin lentes distorsionantes.
Ha que recordar que en chino crisis es: peligro y oportunidad, y a Confucio: si el problema tiene solución , entonces no hay de que preocuparse, si el problema no tiene solución, preopcuparse de nada servirá.
Quizá haya que recordar a los líderes que la decisión que marca la diferencia es siempre la siguiente; y lo cuenta el que lo hace.
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