A principios de junio de 2014, justo cuando la producción petrolera
iraquí alcanzaba 3,18 millones de barriles diarios (Mmbd), excediendo
los niveles de la Era Hussein, el grupo terrorista Estado Islámico de
Irak y Levante (por sus siglas en inglés, Isis), invadió el país desde
Siria hasta tomar Mosul -la segunda ciudad más importante- y varias
localidades del noroeste hasta poner bajo amenaza a la propia Bagdad.
El Ayatollah iraquí Alí al Sistani dictó una fatwa -edicto
islámico- en la ciudad santa de Kerbala, llamando a los shiítas a la
yihad -guerra santa- para defender el país. La sombra de una nueva
guerra civil entre sunitas y shiítas, tan sangrienta como la que estalló
después del atentado a la Mezquita Dorada de Samarra en 2006, vuelve a
asomarse en Mesopotamia.
Todo esto resulta
bastante sospechoso, en tanto que, Abubaker al-Bagdadi -jefe de Isis-
había rechazado varios llamados del Emir de Al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri,
para que abandonara la guerra civil siria desde 2013 y se concentrara
-como ahora hace- en Irak para el establecimiento de un Califato
Islámico; lo cual llevó incluso a que Al-Qaeda emitiera un comunicado en
febrero de 2014 donde desconoce a Isis y afirma que su único afiliado
en Siria es el Frente Al-Nusra. Quizás la respuesta la encontremos en
los otros grupos que están luchado al lado de Isis en Irak: las tribus
del “Consejo del Despertar Sunita” -aliados de EEUU en la lucha contra
Al-Qaeda en Mesopotamia desde 2007 hasta su retirada de Irak en 2011-,
el “Consejo de Insurgentes de Al Anbar” y antiguos miembros del Partido
Ba’ath de Saddam Hussein. Estos grupos sunitas tienen estrecha relación
con Arabia Saudita, y su jefe de inteligencia Yusef bin Ali al-Idrisis.
Incluso, un miembro no identificado de la Administración Obama,
manifestó recientemente el deseo de EEUU de que Riad “deje de financiar a
los yihadistas”.
Durante el último año,
Arabia Saudita ha estado muy preocupada por varias cuestiones: 1) El
avance de las negociaciones nucleares entre EEUU e Irán, que puede
llevar en última instancia a una alianza y a un considerable aumento de
la producción petrolera persa; 2) La relativa autonomía energética de
EEUU debido a la “Revolución de Esquistos”; 3) El vertiginoso aumento de
la producción petrolera de Irak, que lo ha convertido en segundo
productor Opep y cuya meta de alcanzar 6 Mmbd en 2017 amenaza el
liderazgo saudita; 4) Un posible descenso del petróleo desde los niveles
de 100 $/Bl, si todo esto llega a producirse.
De
manera que, una invasión de Isis desde Siria a Irak beneficia mucho a
Arabia Saudita, ya que prepara la eclosión de un nuevo orden regional
bajo sus propios términos. Además, el Primer Ministro iraquí Nouri
al-Maliki ha irritado a Riad, ya que ha desplegado una política sectaria
para perpetuarse en el poder -privilegiando alianzas con partidos
shiítas e Irán- dejando de lado a los sunitas aliados de Arabia Saudita
-que antes gobernaban con Saddam Hussein.
A
pesar de lo altamente impredecible del devenir de este conflicto que
tiene fuertes vinculaciones con actores externos, al tomar en
consideración el elemento sectario, luce probable que se produzca un
estancamiento como ocurre en Siria, donde ni Isis logre avanzar a Bagdad
ni logre ser aplastado por Maliki. En este sentido, la producción
petrolera iraquí concentrada en los campos del sur del país de mayoría
shiíta, y sus exportaciones desde terminales en el Golfo Pérsico,
probablemente no resultarán afectadas en el corto plazo, aunque puede
afectar su capacidad para llevar a cabo sus ambiciosos planes de
expansión. Los riesgos más importantes podrían venir de sabotajes y
actos terroristas, una gestión poco eficiente y transparente, así como
posibles brotes anárquicos en el sur si el esfuerzo bélico genera un
vacío de seguridad.
Incluso una eventual toma
de Bagdad por Isis tendría efectos limitados. En el peor de los casos,
podría afectar las exportaciones si los yihadistas son capaces de
alterar los flujos de agua hacia el sur, importantes para la producción
petrolera y la generación eléctrica. Además, la pérdida de la sede de
gobierno generaría problemas de gestión en el corto y mediano plazo. A
pesar de todo esto, debido a las expectativas, el crudo Brent ha subido
más de 4 $, llegado a niveles de 113 $/Bl, sobre el rango 105-110 $/Bl
en los que ha estado en 2014.
El Kurdistán
iraquí merece tratamiento aparte. Aprovechando el ataque de Isis, el
Gobierno Regional del Kurdistán (GRK) utilizó su brazo armado -los
peshmergas-, para tomar la ciudad de Kirkuk, donde se encuentra el
yacimiento petrolero más grande del norte con 8,7 millardos de barriles.
Aunque tiene una infraestructura muy dañada y requiere inversiones
considerables, en tiempos de Saddam Hussein llegó a producir 650 mil
barriles diarios, y por ello Bagdad alcanzó un acuerdo con la empresa BP
para su reactivación en 2013, a lo cual se opuso el GRK. El Kurdistán
iraquí produce actualmente unos 400 mil barriles diarios, y con esta
adición podría aumentar su producción considerablemente. Los objetivos
del GRK son alcanzar 1 Mmbd en 2015 y 2 Mmbd en 2020, ya que afirman
tener recursos prospectivos por 45 millardos de barriles, por lo cual
con Kirkuk, pasarían a tener más petróleo que Libia. Todo esto, ha
alentado sus deseos de independencia. Hasta ahora, Turquía le ha
permitido realizar las primeras exportaciones directas, y un primer
cargamento partió en mayo pasado desde la terminal de Ceyhan, a pesar de
las protestas de Bagdad y Washington. No obstante, aunque Turquía ve en
esto un negocio lucrativo y una válvula de escape para su conflicto
histórico con el Kurdistán turco, parece poco probable que apoyen su
independencia.
En definitiva, se ha abierto un
nuevo conflicto regional. La Administración Obama ha tenido que volver a
reforzar su despliegue militar en el país en contra de sus deseos,
anunciando el envío de un total de 775 soldados en labores de protección
y asesoría en las últimas dos semanas, además de drones. Washington
también ha hecho llamados para la conformación de un gobierno de unidad
nacional, lo que en el fondo implica prescindir de Maliki. Todo esto, ha
disgustado a Irán a pesar de tener en Isis un enemigo común con EEUU.
En consecuencia, la desconfianza ha empezado a perturbar la complicada
mesa de negociaciones nucleares. De hecho, el Ayatollah Khamenei señaló
que la lucha en Irak no se trataba de shiítas contra sunitas, sino de
“un Irak libre y uno dominado por Occidente”. Seguramente el Rey de
Arabia Saudita sonrió al saber la noticia y recordó al Cardenal
Richelieu: “Resulta mucho mejor matar con un cuchillo ajeno”. (3. Estrategia: Matar con Cuchillo Prestado (Jie Dao Sha Ren) ). Recordad además: ISIS es una organización sunita.
Tensión en Yemen: ¿Por qué Arabia Saudita se involucra en el conflicto?
Yemen esta siendo intervenido por el Ejército de Arabia Saudita (Sunitas). Esto debido a que Yemen puede perder el control de su gobierno en manos de los hutíes (Chiítas), lo que afectaría a las naciones del Golfo Pérsico. Yemen está en pleno conflicto con los rebeldes hutíes que han avanzado sus combates hacia el sur, y pretenden derrocar al Presidente Abd-Rabbu Mansour Hadi. Ante este conflicto el Presidente yemení debió huir de la ciudad de Adén donde se encontraba refugiado.
Sunitas/Chiítas: Inicio del conflicto.
La historia de la división del Islam entre sunitas y chiítas se
inició tras la muerte del profeta Mahoma, en el año 632 después de
Cristo, cuando sus seguidores empezaron a cuestionarse quién sería su
sucesor en el Gobierno del califato islámico. Algunos argumentaban que
el poder debía designarse por gracia divina y que un parentesco familiar
con Mahoma era más que una señal para elegir al futuro líder. En ese
sentido, ese pequeño grupo ('Shi'atu Ali', en árabe, o 'partidarios de
Alí') creía que el mejor postor para el califato era Alí, primo y yerno
de Mahoma.
LA ERA HUSSEIN.
Desde el año 1.979, cuando Saddam Hussein asumió la Presidencia iraquí, la comunidad
sunita de la que él hacía parte, concentró todo el poder, lo que por
supuesto implicó la marginalidad absoluta para los chiitas y la
agudización de la violencia sectaria en Iraq. Durante años, las
milicias de ambos bandos han librado una guerra que nunca ha querido
llamarse por su nombre, miles de iraquíes muertos en atentados en
Iraq, se suman a las víctimas de las batallas emprendidas por Hussein
contra sus vecinos.
“Iraq es un pueblo de odios, marcado por una historia que va más allá de la división religiosa entre chiitas y sunitas. El de Iraq es un pueblo desunido, de sentimientos más tribales que nacionalistas que sobrepasan las fornteras religiosas”.
Bajo este panorama, cabe pensar entonces que el futuro de Iraq no es nada alentador y que tras la ejecución de Hussein, la eterna disputa entre chiitas y sunitas, no sólo va a aumentar, sino que se va a recrudecer en proporciones dantescas.
Las cosas empeoraron en Iraq cuando el presidente George W. Bush ordenó invadir el país árabe con el pretexto de enfrentar al terrorismo internacional y de buscar unas armas químicas que nunca aparecieron. La invasión estadounidense desencadenó muchos más conflictos al interior de Iraq, que por obvias razones se han a agravado con la caída del régimen de Hussein y su posterior su ejecución.
“Sadam era el representante de una de las tres grandes comunidades que conforman el artificial estado de Iraq y su derrocamiento y su ejecución lo transforman en un mártir de la causa sunita, lo que deriva en acciones violentas gravísimas de sunitas sobre todo contra chiitas, los más beneficiados con la caída del ex dictador”.
En ese mismo sentido, la violencia represada y los sentimientos de odio se han a soltado, tras el final de la era Hussein. “En el nuevo Gobierno de Iraq hay mayoría chiita, y los sunitas están perdiendo todos los privilegios que tenían antes. Por eso están llevando a cabo una sangrienta escalada insurgente especialmente contra los chiitas”.
La realidad del país árabe está muy lejos de ser pacífica. Y es que en Iraq la insurgencia es muy compleja y no sólo se reduce a un grupo de chiitas contra sunitas, sino que implica unas comunidades divididas en clanes que tienen sus propias ideologías y que, poco a poco, han sido penetradas por las influencias de los yihadistas de Al qaeda y saqueadas por la invasión occidental que ahora tiene dos opciones: quedarse en Iraq y aumentar casi el triple su pie de fuerza o salir del país árabe y dejar que los iraquíes se las arreglen como puedan.
“Pero es casi seguro que ninguno de los dos caminos permitirá desarticular la insurgencia en Iraq”.
“Iraq es un pueblo de odios, marcado por una historia que va más allá de la división religiosa entre chiitas y sunitas. El de Iraq es un pueblo desunido, de sentimientos más tribales que nacionalistas que sobrepasan las fornteras religiosas”.
Bajo este panorama, cabe pensar entonces que el futuro de Iraq no es nada alentador y que tras la ejecución de Hussein, la eterna disputa entre chiitas y sunitas, no sólo va a aumentar, sino que se va a recrudecer en proporciones dantescas.
Las cosas empeoraron en Iraq cuando el presidente George W. Bush ordenó invadir el país árabe con el pretexto de enfrentar al terrorismo internacional y de buscar unas armas químicas que nunca aparecieron. La invasión estadounidense desencadenó muchos más conflictos al interior de Iraq, que por obvias razones se han a agravado con la caída del régimen de Hussein y su posterior su ejecución.
“Sadam era el representante de una de las tres grandes comunidades que conforman el artificial estado de Iraq y su derrocamiento y su ejecución lo transforman en un mártir de la causa sunita, lo que deriva en acciones violentas gravísimas de sunitas sobre todo contra chiitas, los más beneficiados con la caída del ex dictador”.
En ese mismo sentido, la violencia represada y los sentimientos de odio se han a soltado, tras el final de la era Hussein. “En el nuevo Gobierno de Iraq hay mayoría chiita, y los sunitas están perdiendo todos los privilegios que tenían antes. Por eso están llevando a cabo una sangrienta escalada insurgente especialmente contra los chiitas”.
La realidad del país árabe está muy lejos de ser pacífica. Y es que en Iraq la insurgencia es muy compleja y no sólo se reduce a un grupo de chiitas contra sunitas, sino que implica unas comunidades divididas en clanes que tienen sus propias ideologías y que, poco a poco, han sido penetradas por las influencias de los yihadistas de Al qaeda y saqueadas por la invasión occidental que ahora tiene dos opciones: quedarse en Iraq y aumentar casi el triple su pie de fuerza o salir del país árabe y dejar que los iraquíes se las arreglen como puedan.
“Pero es casi seguro que ninguno de los dos caminos permitirá desarticular la insurgencia en Iraq”.
Sunitas/Chiítas: Países donde predominan en número.
Sunitas: Arabia Saudita, Afganistán, Pakistán, Jordania, Kuwait,
Yemen, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Túnez, Catar, Libia, Turquía,
Siria.
Chiítas: Irán, Azerbaiyán, Bahréin, Irak, Líbano.
Relación numérica Sunitas/Chiítas en el mundo musulmán.
Sunitas: 87% de los musulmanes.
Chiítas: 13% de los musulmanes.
Tres datos claves
1. La palabra chiita se deriva del Corán y se emplea para nombrar a los seguidores del libro sagrado de los musulmanes.
2. El término sunita cobija a quien sigue las enseñanzas del profeta Mahoma.
3. Los chiitas y los sunitas siguen las mismas tradiciones religiosas, leen el Corán y se basan en los cinco pilares del Islam: la confesión de fé, la oración, el ayuno, y la peregrinación hacia la Meca, en Arabia Saudita, por lo menos una vez en su vida.
1. La palabra chiita se deriva del Corán y se emplea para nombrar a los seguidores del libro sagrado de los musulmanes.
2. El término sunita cobija a quien sigue las enseñanzas del profeta Mahoma.
3. Los chiitas y los sunitas siguen las mismas tradiciones religiosas, leen el Corán y se basan en los cinco pilares del Islam: la confesión de fé, la oración, el ayuno, y la peregrinación hacia la Meca, en Arabia Saudita, por lo menos una vez en su vida.
Tres lugares mas sagrados: La Meca, Medina y Alqsa.