Imperdibles del Jardín Botánico de Caracas
17 de febrero de 2015
El Jardín Botánico de Caracas es una joya única con más de 200 familias botánicas de Suramérica, África, Asia y La India
Por Arlynne Hernández| - Aunque el sonido de los carros se acerque a los caminos del Jardín Botánico de Caracas nunca puede debilitar la tranquilidad del santuario que junto a Ciudad Universitaria de Caracas fue nombrado Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Este parque de 70 hectáreas constituye una verdadera joya que alberga
unas 200 familias botánicas de Suramérica, África, Asia y La India. Tal
es su diversidad que la Unesco sumó un reconocimiento extra a su lista de lauros, al declararlo como jardín único en su tipo.
Su creación estuvo a cargo del doctor Tobías Lasser, el horticultor suizo, August Braun y el jardinero venezolano Pedro Naspe,
quienes se dieron a la tarea de reforestar y plantar los árboles
exóticos que hoy forman parte de su colección exclusiva de familias
botánicas.
Acá te dejamos los secretos y lugares ¡IMPERDIBLES! que debes conocer en tu próxima visita a este oasis natural.
1. Árbol sagrado de La India
Buda alcanzó el nirvana luego de estar sentado a la sombra de una Ficus religiosa, una
especie del género Ficus nativa de Nepal (India) sudoeste de China,
Indochina y este de Vietnam. Este árbol considerado por el budismo, el
hinduismo y el yainismo como “sagrado” se encuentra en el Arboretum del jardín. Si quieres más sabiduría en tu camino solo debes dar tres vueltas en silencio alrededor del robusto árbol. Podrás reconocerlo por sus hojas en forma de cara de Buda, ramas frondosas y por su gran tamaño.
2. Indio Desnudo
Es un árbol mediano de la especie Bursera simaruba, nativo de la regiones tropicales de América. Se caracteriza por su tronco enteramente liso y de color rojizo y púrpura. Se encuentra en el Arboretum.
3. Colección de plantas acuáticas
El Jardín Botánico tiene la colección de
plantas acuáticas más importantes del mundo con más de 150 especies. El
loto indio (flor roja) y la rosa del Nilo (flor blanca) son parte de las
maravillas del seriado.
4. Palma gigante de Ceilán
Otro dato curioso que quizá no sabías del
jardín y, que data de hace más de 20 años, fue la floración de la Palma
gigante de Ceilán. Cuando el horticultor suizo, August Braun, se integró al grupo multidisciplinario que dio vida al edén que reposa en los terrenos de la hacienda Ibarra cuidó con esmero una palma gigante de la República de Ceilán (hoy República de Sri Lanka). Braun y su equipo dedicaron largas horas de cuidado a la corypha umbraculifera (nombre científico) para
ayudarla a completar su período de floración, el cual ocurre cada 60
años. Finalmente, de la palma brotó una exótica flor (hace 20 años)
ante la mirada del viejo Braun y un grupo de botánicos del mundo
entero. Luego de este evento la planta terminó su ciclo de vida vital. A
los meses, también murió Braun. Los recuerdos de aquella mata especial
que robó los suspiros del botánico se mantienen vivos en los retoños de
la corypha umbraculifera que habitan entre las 200
especies de palmas del jardín. Reconocerás a sus hijos por los troncos
altos cubiertos por las bases de las hojas.
5. Bosque seco tropical
En las colinas del jardín hay una representación del bosque seco tropical del Valle de Caracas.
Desde que se inició el parque se plantaron familias típicas de las
comunidades indígenas que hacían vida en la capital. La famosa pira o
hierba de Caracas yace en este lugar.
6. Laguna Venezuela
Una gran laguna te espera al final del recorrido. En el estanque con forma de mapa de Venezuela
habitan varias de las especies que conforman la colección de plantas
acuáticas del parque. Las más llamativas son: los lotos y las victorias
amazónicas.
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Para mayor información
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prensa@fibv.org.ve
Teléfonos: (0212) 6053973 / 6053994
Twitter: @jbcaracas.
Facebook: JBCaracas Jardín Botánico.
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¿Cómo llegar al Jardín Botánico?
Avenida Salvador Allende Cerca del metro de estacion Plaza Venezuela línea 1
Gran Palma de Ceylan, Jardin Botanico , Caracas Venezuela (08/2005)
Esta fotografia de Gran Palma de Ceylan, Jardin fue subida por Jordi Carbonell en Panoramio.
Ver este interesantísimo enlace: Ing. Agr. Carlos Capisto ¿ Cómo hacer para germinar semillad de Palma ?
August Braun: jardinero de Dios
Esa maravilla verde caraqueña, que es el Jardín
Botánico, era un terreno lleno de monte, chatarra y culebras, hasta que
llegó August Braun, un suizo fascinado por el trópico.
August Braun observa por la ventana y dice que estamos bien. El tiempo
bello comienza ahorita con el verano. En el Jardín Botánico, refrescado
por la sombra de los árboles, el calor no es tan violento como en el
centro de la ciudad. Es agradable estar en la casa de este hombre,
ubicada detrás de la garita de acceso al jardín, por los lados de la
UCV. Allí vive desde 1951.
Braun había dejado la puerta abierta, y
sus zapatos deportivos, el izquierdo y el derecho, estaban juntos,
acomodaditos, sobre la alfombra roja a la pata del mueble. Las botas
altas de goma también estaban junto a la pared, como esperando la orden
del pie y salir a caminar por los senderos verdes del Botánico que
Braun, cojeando, recorre todos los días de abajo hacia arriba, de arriba
hacia abajo. Se levanta, sin excepción, a las cinco de la mañana.
Autor de quince libros sobre palmas, ha viajado por casi todos los
ambientes naturales de la zona tropical americana, desde California
hasta Bolivia, desde las zonas secas costeras hasta las selvas
fluviales.'En su equipaje', se anota en el preámbulo de su libro El
Chaguaramo, 'siempre llevaba su inseparable cámara y un saquito para
guardar semillas, estacas y plantas para el Jardín Botánico.
August Braun es la mano que en Caracas ha sembrado y cuidado las miles
de plantas, las 230 especies y más de cuatro mil ejemplares de palmas
que hoy asombran a los visitantes del Jardín Botánico, fundado en 1945
por Tobías Lasser.
Soñando con el trópico
Nació en Suiza,
país de pinos, el 13 de febrero de 1921 en Romanshorn, un pueblo hermoso
en verano y primavera, pero horrible en el invierno por las bajas
temperaturas, la neblina, la lluvia. En su casa había un jardín rodeado
de árboles frutales. Su padre navegaba entre Suiza y Alemania como
capitán de un barco. Eran cuatro hermanos.
Con su manos
temblorosas, y la sordera que lo acompaña a esta edad de 75 años, Braun
va sacando de su memoria las situaciones, hechos, las fechas capitales
de su vida: el jardín que tenía en la casa paterna a los seis años de
edad, la Escuela Superior de Jardinería, en Oeschberg, Berna, en donde
se graduó como técnico paisajista y horticultor; su empleo en un jardín
botánico en la zona sur suiza, las temporadas en los jardínes de
Arenenberg, sitio rodeado por castillos y lagos; la fecha de mediados de
mayo de 1951 cuando recibió, por cable, una oferta de empleo enviada
por Tobías Lasser; el 18 de septiembre de 1951 cuando a las nueve de la
mañana aterrizó en Maiquetía.
Desde pequeño, fascinado por los
libros, y los cambures y las piñas que llegaban a Suiza, se sintió
fascinado por el trópico. Soñaba con conocerlo. Tenía la imagen del
trópico en la cabeza desde la mañana hasta la noche. Cuando recibió la
oferta de empleo de Tobías Lasser para trabajar en un país llamado
Venezuela, casi revienta de alegría. Fue a casa de un amigo para que la
tradujera el español, y esa misma noche redactó la respuesta afirmativa.
Cuando llegó a Maiquetía (se ríe) un taxista 'pirata' le quitó cien dólares por traerlo a Caracas.
El Jardín Botánico en aquel año de 1951, era un montarral desde la entrada hasta el barrio San Agustín.
'Fue muy difícil y muy duro el comienzo. Me pareció que aquello era el
asiento del Diablo por el monte y las culebras (mataban media docena
diaria de cascabeles). Yo le insistí al doctor Lasser que la primera
tarea consistía en eliminar la maleza, y la chatarra abandonada'.
Braun inició su trabajo con la preparación de un semillero de plantas
tropicales. Los domingos, junto con un jardinero polaco, visitaba las
casas de Altamira solicitando semillas de palma para el futuro Jardín
Botánico. 'Cuando veía las palmeras me sentía como en el Paraíso, pero
yo no conocía esas plantas. No sabía nada de palmeras. Yo me preguntaba:
¿quién va a clasificar esas palmeras algún día? No me imaginaba que
sería la persona elegida para estudiar esas plantas y publicar libros'.
Se inscribió en la Sociedad Internacional de Palmas, de Estados Unidos,
y junto con el doctor Lasser comenzó a enviar cartas a diferentes
jardínes botánicos de la India, Ceilán, Tailandia, Calcuta,
solicitándoles que le enviaran semillas de palma. Un amigo aviador que
viajaba semanalmente a Miami recogía semillas en el jardín de la ciudad,
las metía en un saco y se las traía.
Entonces, Braun en aquellos
primeros años, de día se dedicaba a engrandecer el Jardín Botánico que
hoy cuenta con diez hectáreas planas desarrolladas, más de 60 hectáreas
de colinas con 150 mil árboles criollos, y unas cinco mil plantas
sembradas. De noche estudiaba castellano e inglés para cartearse con los
colegas del exterior.'Fue una tarea dura, ¿sabe usted? De noche
elaboraba paqueticos para enviarlos a otros países solicitando
semillas'.
La firma de Auguste Braun parece un alga flotante
vista a ras de suelo, en línea con la superficie del agua. Dice que ha
recorrido todo el país en excursiones para recolectar plantas, y que el
cerro Avila lo conoce mejor que su propia casa. Para el mes de febrero
de 1997 saldrá una nueva obra suya sobre la utilidad de las palmeras en
Venezuela.
No hay otra planta tropical tan útil como las
palmeras
-No hay otra planta tropical tan útil como las
palmeras. Las hojas dan techo al indígena. Del almidón del moriche,
extraído del tronco, los indígenas sacan el pan diario; la seje es
antiasmática, y tiene un aceite excelente para cocinar; de la píritu se
elaboran vino y helados; la pichiguao se cocina en agua salada y muy
sabrosa; de la palma de coco se extrae aceite; el tronco de muchas
palmeras se utiliza en la selva para construir y tender empalizadas.
-Sí
es posible. Yo creo que sí. En mis momentos libres me dedico en mi
vivero a hablar con las palmas. Su lenguaje hay que oírlo en el
silencio. Ellas son influenciadas por los rayos positivos de la persona
que se les acerca. Trabajar con ellas es agradable, interesantísimo.
-Un
especialista que se ocupe del cuidado de las orquídeas y bromelias. Nos
falta personal. Cuando comenzamos teniámos mucho espacio y pocas
plantas. Hoy tenemos muchas plantas y poco terreno.
Buscando palmas
Su vida con las palmas, la cuenta el jardinero en este texto:
Visto a vuelo de pájaro, todo nuestro país es un palmar. Esto quiere
decir que hay palmas en todos los estados venezolanos, de norte a sur y
de este a oeste.
El trabajo de recorrer las selvas nubladas en
busca de palmeras exige mucha perseverancia, pues hay que subir y bajar
cerros, atravesar riachuelos y quebradas, trepar o rastrear en el suelo
entre una vegetación muy rica y variada, pero en un ambiente de clima
agradable.
En contraste, buscar palmas en las sabanas es muy
distinto. Los miles de kilómetros cuadrados que las constituyen, en
principio, son planos, pero no tienen fin. El clima es sofocante, cálido
y húmedo; casi no es posible andar a pie y se debe usar caballo o un
vehículo rústico.
En cuanto a las selvas de galería, en ellas
reina una sombra parcial o absoluta, y es duro desplazarse por ellas,
debido a la rica vegetación de plantas arbóreas y a los bejucos, que a
veces forman una verdadera maraña impenetrable. Además, hay culebras,
plagas (como jejenes y mosquitos) y, sobre todo, garrapatas.
Para
trabajar en este mundo tropical, hay que tener verdadero entusiasmo,
perseverancia y un interés a toda prueba. Recoger material vivo, tomar
fotos, recolectar frutos y, por fin, calcular las dimensiones de las
palmas, es, a veces, una verdadera hazaña, que se lleva a cabo en un
clima agotador que provoca una sed persistente, mientras la excesiva
transpiración empapa todo el cuerpo. Y luego, en la estación de lluvias,
uno se encuentra en el centro de una tormenta tropical, como le sucedió
al autor en varias oportunidades, eso equivale a un verdadero castigo.
La violencia de la lluvia en poco tiempo convierte el terreno en un
lodazal o en un inmenso charco de agua, al tiempo que la ropa y las
botas quedan como guiñapos informes, todos mojados, sucios y
malolientes.