lunes, 21 de octubre de 2013

Aprender Matemáticas Jugando

toy cash register
¿Tus hijos pequeños tienen juguetes de supermercado? Son herramientas excelentes para practicar todo tipo de destrezas matemáticas.
Invita a los niños a separar las comidas de plástico en categorías: pueden ser por color, forma, textura, sabor, etc. Luego deja que organicen su venta.
Pueden hacer letreros con los nombres de los productos y sus precios. Es muy útil el dinero de juguete, así podrán contar monedas y billetes y practicar hacer cambio. Si tienen una caja registradora de juguete, tanto mejor, ya que pueden clasificar y separar el dinero por unidades, decenas y centenas.
También sirve una báscula, para pesar los productos y asignar su valor. Es indispensable una libreta, un lápiz con goma, una calculadora, una bolsa para llevar el dinero al "banco"...bueno, todo lo que puede imitar el ambiente auténtico del súper.
No pierdas la oportunidad de ser cliente tú misma. Te divertirás con tus hijos tenderos, y te asombrarán con sus habilidades para clasificar, contar, sumar, restar y dividir. El aprendizaje se vuelve significativo cuando se vive.

Las matemáticas pueden ser divertidas.



numbers
Si tú eres de los papás que sufrieron con las matemáticas cuando estabas en la escuela y te sientes suertudo de haberte escapado con vida, te tengo una noticia: Las matemáticas son parte de la vida. Más vale que lo reconozcas.
Ten cuidado de no predisponer a tus hijos en contra de esta materia, que es mucho más que un simple quehacer escolar.
Todos los días, tú y tu familia usan las matemáticas para contar, medir, comprar, hacer transacciones bancarias, arreglar la casa, cocinar y organizar la agenda familiar.
Y ¿adivina qué? Aparte de ser necesarias, ¡las matemáticas pueden ser divertidas! Deja que tus hijos se diviertan explorando materiales para medir, gastando su propio dinero, clasificando cosas para sus colecciones y aprendiendo a leer el reloj. Conoce el método "Singapore Math", que enseña a los niños a pensar en el "idioma" matemático.
Todo depende de la actitud. Pon el ejemplo, y no tengas miedo de divertirte un poquito también. ¡A lo mejor te saquas la lotería, y ya tendrás motivo para disfrutar contando tus ganancias!


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Cómo Escoger al Mejor Doctor Pediatra

¿Cómo Escoger al Mejor Doctor para tus Hijos?

pediatra
Escoge a un médico de confianza

Te acabas de cambiar de ciudad, o tal vez de país, y uno de tus pendientes es encontrar un buen pediatra para tus hijos.
¿Cuáles son los factores más importantes en la selección del médico más adecuado? ¿Qué estrategias puedes usar para tomar tu decisión?

¿Cómo consigo un buen médico pediatra?

  1. Reputación. Al inscribir a tus hijos en una escuela, puedes preguntar a otras mamás sus recomendaciones. Las mamás que ya hayan vivido un tiempo por la zona sabrán quién es el doctor más confiable, quién les cae bien y quién es fácil de encontrar cuando lo necesites.
    Si estás en los Estados Unidos, debes asegurarte que el doctor tenga la certificación del Consejo Americano de Pediatras. Debe tener el certificado en un lugar visible del consultorio, y escribir los iniciales F.A.A.P. después de su nombre. También en el sitio "Certification Matters" puedes verificar para ver si tu doctor está certificado.
    En otros países debes buscar a alguien con certificación por una organización reconocida de pediatras, como por ejemplo el Consejo Mexicano de Certificación en Pediatría A. C. (CMCP).
    Si tienes un hijo con necesidades médicas especiales, consulta un directorio de los médicos afiliados con alguna organización reconocida de pediatras, como la AAP (Asociación Americana de Pediatras).
    Cuando sea posible, es bueno tener la opinión de los padres de otros niños quienes son pacientes.

  2. Acceso. Puedes encontrar al pediatra más distinguido, pero no serviría de nada si no puedes llegar pronto a su oficina.
    Acuérdate que los niños no planean sus enfermedades ni accidentes, y es importante tener un acceso fácil al consultorio, porque seguramente habrá veces cuando tengas que llegar con prisa. Es mejor buscar a un doctor con consultorio cerca de tu casa.
    También es importante ver los horarios para la consulta. ¿El doctor está disponible los fines de semana? ¿Qué tan difícil es concertar una cita para el mismo día, por si tu hijo amanezca enfermo?

  3. Trato. Ve a visitar a varios pediatras antes de tomar una decisión. De hecho, llevar a tu hijo a alguien una primera vez no quiere decir que tengas que elegir a este doctor después.
    Es muy importante el trato del doctor con los niños. ¿Logra hacer que tu hijo se sienta relajado? ¿Es profesional y minucioso en examinar a tu hijo? ¿Te cae bien la forma en que interactúa con tu hijo?
    El trato del personal de la oficina médica también es importante. ¿Son amables y respetuosos con las visitas? ¿Contestan tus preguntas de buen modo?

  4. Información.¿Qué tanta información está disponible para los papás de los pacientes? En algunas oficinas médicas tienen la costumbre de dar una hoja de recomendaciones para seguir en casa después del diagnóstico, junto con los datos para volverse a poner en contacto en caso de una emergencia.
    El pediatra debe estar dispuesto a contestar tus preguntas, y a explicar procedimientos médicos que se le apliquen a tu hijo. Es aun mejor si el pediatra se los puede explicar al niño para que empiece a tomar responsabilidad por su propia salud.
    Si no entiendes algo y quieres que se te explique en términos más sencillos, el doctor debe querer y poder hacerlo.
    Tú eres la persona responsable de tomar decisiones sobre la salud de tu hijo, y debes contar con explicaciones satisfactorias para elegir mejor.

  5. Precio.Si tienes un seguro médico, checa antes de empezar para ver que los doctores que veas vengan cubiertos por tu plan. Si no, busca entre los doctores cuyo precio de consulta quepa en tu presupuesto. No tiene caso escoger un pediatra con costos prohibitivos, porque tendrás que acudir a él con frecuencia.
    Si tienes acceso al servicio público, como el Seguro Social en México, no tendrás muchas opciones para escoger. Sin embargo, puedes buscar el horario de los médicos más recomendados para pedir este turno para las citas de tu hijo.
    En una emergencia con niños, la prioridad es poder tener acceso a un buen doctor, sin que se pongan obstáculos por la cuestión del pago. Por eso es importante escoger a alguien que caiga dentro de las posibilidades del presupuesto familiar.

  6. Tus propias creencias sobre la salud. Cada familia y cada lugar tiene sus costumbres para tratar a los enfermos. Si en tu casa confías mucho en los remedios caseros de la abuela, tal vez estarías feliz con un pediatra homeopático.
    Si estás acostumbrado a que el médico en tu lugar de origen recete muchas medicinas, no te caerá bien un doctor que deja que los enfermedades infantiles sigan su curso sin mucha intervención.
    Es muy importante que tú puedas aceptar y seguir las instrucciones del doctor cuando tu hijo está enfermo, y para eso tienes que estar de acuerdo con sus métodos.

  7. La confianza. Este es el ingrediente más importante para encontrar a un pediatra para tu familia. Seguramente esta persona puede estar a tu lado en situaciones difíciles. Necesitas saber que puedes confiar en su diagnóstico y sus indicaciones, para que trabajes en conjunto con él o ella por la salud de tu hijo.
    Busca a un médico que te inspire confianza, para poder platicar con él y preguntarle cualquier duda sin pena. Sobre todo, busca a un médico en quien tu hijo pueda confiar.
     
  8. En General. En cualquier país de Latinoamérica si el niño se enferma en la madrugada, está volando de fiebre y no para de toser, lo más probable es que el pediatra familiar llegue a la puerta de nuestra casa en cuestión de minutos y nos solucione el problema con su experticia y cariño.

    El es parte de la familia y muchas veces ha atendido a más de una generación de nuestra gente, por lo tanto está siempre dispuesto a ayudarnos y conoce muy bien a nuestros hijos. Pero las cosas cambian completamente para los recién llegados que arriban con niños y adolescentes a Estados Unidos, y por lo tanto es importante conocer algunos consejos útiles para elegir un pediatra adecuado que nos ahorre sustos y dolores de cabeza.

    - Elija un pediatra que esté cerca de su domicilio. Aquí las distancias son enormes y mientras más a mano, mejor.

    - Si tiene seguro médico o piensa asociarse a algún servicio de salud allí tendrá una gran variedad de opciones para decidir cuál doctor tendrá a su cargo los controles de sus hijos.

    - Pregunte a las madres de su vecindario. Ellas serán su mejor guía para encontrar un buen médico.

    - El colegio donde inscriba a sus hijos también puede orientarle para encontrar un doctor.

    - Procure que el pediatra hable español, pero también sus enfermeras. Ellas serán las primeras en recibir a su hijo, pesarlo, medirlo, hacerle las preguntas iniciales. El médico entrará a último momento y generalmente está muy apurado.

    - Pida su cita y verifique si el turno que le dan es conveniente, según la necesidad que tenga. Si le dicen que tiene que esperar un mes para ver al pediatra es conveniente buscar otro.

    - Verifique los títulos y credenciales. Revise los antecedentes del médico en su estado. En Florida el Departamento de Salud ofrece un sistema gratuito y accesible para que el público en general pueda obtener información y antecedentes de quién es el médico que le atiende o atenderá. Este sistema permite ver el historial, formación profesional, pertenencia a asociaciones o grupos de estudios, si tiene trabajos publicados, si da clases o cátedras, denuncias en su contra, casos pendientes, tiempo de duración de su licencia, si ha sufrido acciones disciplinarias alguna vez e inclusive su situación financiera: si se ha presentado en bancarrota alguna vez o si tiene deudas sin resolver. También está regulado por la Division of Medical Quality Assurance y allí se puede encontrar información de galenos. Vaya a www.doh.state.fl.us/mqa/Profiling/index.html o llame por teléfono (en inglés) al 1 + 850- 245-4226 .

    En el website fíjese en donde dice “Profile Search System”, haga click allí. En la página que sale se coloca el nombre y apellido del doctor del cual se necesitan datos, aunque dan la opción de buscar también por especialidad o número de licencia en los casos que no se tenga o conozca nombre o apellido del galeno. Una vez que se coloca esta información se aprieta la palabra “search” e inmediatamente sale una lista de todos los médicos que responden a ese nombre con su dirección y número de licencia. Seguidamente se hace click en el nombre elegido y se obtiene un documento completo con todos los datos, vigencia de su licencia y situación legal del doctor o practicante de la salud. De esta manera se puede conocer con anticipación quién cuidará la salud de nuestros pequeños, prevenir problemas graves si el médico no está debidamente habilitado y entregarse con tranquilidad en las manos de profesionales acreditados. También puede concectarse a: http://ww2.doh.state.fl.us/mqaservices/PublicServices.asp donde encontrará un método de búsqueda similar (en inglés).

    - El pediatra nunca lo atenderá fuera de horas de consulta. Si su hijo se enferma durante la noche o en el fin de semana tendrá que acudir a la emergencia del hospital más cercano a su domicilio.

    - El pediatra no hace visitas a domicilio salvo contadas excepciones.

    - Lo más importante es confiar en sus instintos maternales y decidir por el pediatra que sienta más humano y con el mejor trato hacia sus hijos.
  9. Durante el primer año de vida del bebe.  Es recomendable acudir una vez al mes, despues te alejara las citas cada dos meses en promedio y conforme vaya creciendo te las irá alejando.
    En fin el pediatra de tu bebé será tu consjero y guía durante el crecimiento de tu bebé estará al pendiente de cualquier cambio y te mantendrá informada orientándote de como actuar a cada momento en la vida de tu bebé para que se logre el sano crecimiento y desarrollo del mismo.
    espero que pronto encuentres un buen pediatra.
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viernes, 18 de octubre de 2013

Ciber Espionage: Corporaciones y NSA


La Cibervigilancia es un tema que viene de muy lejos, casi tan antiguo como el uso comercial de la web. El desarrollo de las cookies por parte de Netscape como forma sencilla de preservar información entre sesiones de navegación de un usuario dio origen a una amplia gama de posibilidades de monitorización que han ido sofisticándose con el avance de la tecnología, relacionadas generalmente con cuestiones como la publicidad, el control de acceso, los carritos de la compra, etc., y que han terminado por llevarnos a la situación actual.
Sus connotaciones, sin embargo, cambiaron bruscamente a partir de las revelaciones de Edward Snowden que comenzaron en mayo de 2013. La llamada “era post-Snowden” se caracteriza por la creencia de que un gobierno, particularmente el norteamericano, es el protagonista principal de todo lo relacionado con la cibervigilancia. Tras comprobar de manera fehaciente la magnitud de las operaciones de la NSA, hay dos verdades que se han instalado de manera persistente en el imaginario colectivo: la primera, que la principal amenaza a la privacidad de los usuarios proviene de la NSA. Y la segunda, que el problema es que el gobierno norteamericano abusa de la Patriot Act y permite una serie de prácticas que resultarían imposibles en otros países.
La primera cuestión, la magnitud de la cibervigilancia, está ganada a pulso. El incremento de la magnitud de las operaciones de la NSA adquiere tintes de auténtica metástasis, una hipertrofia brutal que coincide además en el tiempo con la apertura del faraónico complejo de Utah y con la evidencia de que sus actividades, permitidas y alentadas por aquel presidente que parecía tener actitudes tan abiertas ante la tecnología, parecen ir mucho más allá de lo que sería razonable en aras de una hipotética protección de la seguridad nacional. Pero no nos engañemos: la principal amenaza a la privacidad y el mayor volumen de datos recolectados sobre nuestras actividades en la red no corresponde a la NSA, sino a compañías privadas.
A medida que las evidencias sobre la cibervigilancia de la NSA van minando nuestro nivel de tolerancia para hacernos creer que este tipo de cuestiones son “lo normal” o “lo que todo el mundo hace”, las compañías están escalando sus prácticas de monitorización mediante tecnologías como el llamado “device fingerprinting” (la captura de una amplia variedad de datos sobre características de la máquina que origina la conexión, con el fin de acumularlas para obtener una especie de huella característica de la misma) o las llamadas supercookies, que permiten el seguimiento de un usuario a través de diferentes dispositivos.
Como bien advertía Rebecca MacKinnon en su The consent of the networked, para cuya edición española ya está en circulación, la cibervigilancia no es responsabilidad ni labor exclusiva de los gobiernos, sino de una combinación de actividades de empresas privadas y de estos. De hecho, una de las técnicas empleadas por los gobiernos es precisamente relajar esta recolección de datos en dichas empresas privadas, a las que posteriormente pueden reclamar el acceso. En el futuro, es muy posible que la tendencia sea precisamente esta: relajar la recolección directa de datos por parte del gobierno a medida que se incrementa la presión política y ciudadana para un control más exhaustivo de la misma, pero incrementar el nivel de exigencia sobre las empresas que recopilan datos de los usuarios con fines comerciales.
Lo que nos lleva al segundo mito: que el gobierno de los Estados Unidos es, de alguna manera, “especialmente peligroso” con respecto al tema de la privacidad. En efecto, el gobierno norteamericano ha sido el que ha sufrido el impacto directo de las revelaciones de un Edward J.  Snowden que, después de todo, se infiltró en su plantilla y no en la de otro país, y parece además especialmente motivado a ejercer un fuerte nivel de vigilancia a partir del clima que se generó con los atentados del 11S y posteriores. Sin embargo, hay una gran verdad de la que no se suele hablar tanto: al menos en el gobierno de los Estados Unidos existen algunos mecanismos que posibilitan que este tipo de acciones, que efectivamente en muchas ocasiones caen en el abuso, puedan ser mínimamente investigadas. La desclasificación obligatoria de documentos tras pasar un cierto tiempo, o la posibilidad de las empresas de argumentar o contestar las peticiones de datos gubernamentales llevan a que, en realidad, y por mucho que podamos decir de los Estados Unidos, la situación de las amenazas a la privacidad por parte de gobiernos sea mucho peor no solo en países que directamente no respetan los derechos humanos, sino incluso en otros, como muchos en Europa, que ni siquiera permiten a las empresas decir nada en caso de que los datos de sus clientes sean reclamados por su gobierno.


Países como Suiza, o como una Alemania que habitualmente se considera extrema en las medidas de protección de la privacidad, no permiten a las compañías ningún tipo de defensa ante un requerimiento gubernamental. En otros casos, esa legislación es directamente difusa o desconocida, y la práctica habitual es tapar todo ese rango de actividades bajo el amplio manto de “secretos oficiales”. Sí, el gobierno de los Estados Unidos abusa a todas luces de su capacidad para la cibervigilancia de los ciudadanos y de su potencial para actuar como punto central en el que se concentran peticiones a diversas compañías. Sí, muchos de los controles que teóricamente había han fallado estrepitosamente. Pero como usuarios, debemos preocuparnos más por controlar los abusos a los que nos someten las empresas privadas y los gobiernos de nuestros propios países, en los que todo indica que existe un nivel de control inferior al que, después de todo, impera en los Estados Unidos.


Las reacciones de escándalo ante las actividades de la NSA son completamente lógicas, pero deben acompañarse de las correspondientes peticiones y presión ante las empresas a las que alegremente entregamos datos para asegurar que mantenemos el control sobre los mismos, y ante los gobiernos de cada país para saber qué es exactamente lo que están haciendo y hasta dónde llegan sus actividades relacionadas con este tema. Limitarse a escandalizarse ante la NSA sin acompañarlo de esta reflexión podría terminar por tener, incluso, un efecto adverso. Ninguna vigilancia oculta es buena, porque básicamente no sirve para nada: los “malos” la evitan, y se termina por monitorizar simplemente a quienes no sienten que tengan motivos para evitarla. Debemos, por tanto, tener claro quién está haciendo qué, a qué nivel de vigilancia nos está sometiendo quién, y reclamar nuestros derechos con la presión adecuada no solo ante los Estados Unidos y la NSA, sino ante quien corresponda en cada momento. A veces, el verdadero enemigo está más cerca de lo que uno piensa.

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