martes, 28 de octubre de 2014

Cartier: Joyeria Imperial


Podríamos bien hablar e este coloso deluxe como un imperio cuyas extensas fronteras abarquen desde la realeza, hasta la cultura pop. Desde el Principado de Pitiala, en India, hasta unpuesto en el coro de la afamada conción: "Diamonds are girl´s best friend" de la legendaria Marilyn Monroe. Tal es el caso de Cartier, cuya larga y distinguida trayectoria se ha visto ilustrada por los mas coloridos personajes.
La historia Cartier comienza con Louis François Cartier, quien sigue los pasos de su abuelo convirtiéndose en herrero. Comenzó junto a Adolphe Picard, produciendo joyería en una pequeña tienda de la Rue Montorgeuil y al morir este en 1847, Louis François toma el control de la tienda, dándole vida al imperio que hoy día conocemos.

Para 1853 pudo expandir su negocio diseñando y vendiendo piezas para el fino distrito Palais Royal. Tanto así que la princesa Mathilde prima de Napoleón III le auspició y le abrió las puertas de la alta sociedad parisina. Por esto se vió obligado a mudarse a una boutique aun mas grande en el 9 de Rue des Italiens, momento en el que logró el favoritismo de la Emperatriz Eugénie.
El año de 1874 Alfred Cartier, hijo del gran fundador, tomó las riendas de la compañia de su padre. Sin embargo no fué hasta que  sus hijos: Louis, Pierre y Jacques, tomaron control de la empresa que esta se posicionó mundialmente. Louis Cartier se responsabilizó de la sede de Paris, mudándola a la Rue de la Paix en 1899. En 1902 Jacques Cartier  abrió la primera tienda en Londres. 


La Historia de los hijos de Alfred Cartier.


La pasión por el oficio, el talento y el amor familiar, dieron origen a un legado de Alta Joyería que comenzó en París en 1847. En aquel tiempo, sobre la calle Montorgueil en el número 29, se encontraba un pequeño taller de joyería nada pretencioso, modesto pero con lo necesario para hacer brillar cualquier diamante. Ese lugar que hasta entonces carecía de fama, se convirtió en el centro de creación de Louis-François Cartier. En ese año el talentoso joyero, aprendiz del maestro Adolphe Picardque, y que hasta entonces había permanecido en el anonimato, comenzó a generar fama sobre su destreza artesanal; cada una de sus creaciones resultaban en piezas magní ficas, arrebatadoras de suspiros y dignas de una reina.
Estas sublimes joyas de inmensa belleza se convirtieron en objetos del deseo de todos los pertenecientes a la realeza. No pasó mucho tiempo para que Louis trabajara de lleno para la familia imperial de la época; una de sus grandes admiradoras la Emperatriz Eugénie, se encargó de mantenerlo ocupado en el arte joyero del que deman daba varias piezas al año con cristalinos diamantes de tallas perfectas, mismos que combinaban en excelencia con zafiros, rubíes y esmeraldas. De Louis-François vino Alfred su hijo, quien a manera de legado tomó las riendas del exquisito negocio que su padre había conseguido labrar con sus propias manos. Fue en 1899 que el taller se mudó a la emblemática dirección de la calle de la Paix, cerca de la Place Vendô-me, en donde el sueño de la familia dejó de ser parisino para convertirse en un destello real. Alfred, siguiendo la educación que su padre labró en él, educó a sus tres herederos, Pierre, Jacques y Louis. El momento de mayor luminosidad llegó para la casa Cartier cuando ésta abre su primera tienda en Londres y al mismo tiempo otra en Nueva York. El éxito no se hizo esperar, la realeza, las estrellas de cine más glamorosas y los millonarios más encantadores querían poseer una de estas seductoras piezas. La familia Real Inglesa fue la primera en ordenar a Jacques Cartier piezas exclusivas y dos años después, fue nombrado joyero de la corte real. Después vinieron otras familias reales como la corte de España, Tailandia, Grecia, Bélgica, Rumania, Egipto, Rusia o Portugal,además de la Casa de Orleans y el Principado de Mónaco,eternamente cautivos por las inigualables piezas. En ese momento tener una creación de Cartier era más que un lujo, un sello de distinción real. El legado de Louis-François Cartier había trascendido más allá de lo que se imaginó aquel día que tomó las riendasdel pequeño taller que heredó de su maestro y fue nombrado por el Príncipe de Gales como el “Joyero de los reyes, rey de los joyeros”.

El Tercer Heredero.


Pierre Cartier se estableció en NY, en el año 1909, para luego mudarse a la Quinta Avenida, en donde se encuentra actualmente.
Para ese momento se habían convertido en  los proveedores de joyas oficiales del Rey Pedro I  de Serbia, El Duque Phillipe de Orleans y el rey Alberto I de Bégica.


A principios de los años 20´s, Cartier pasó a formar una compañia conjunta con Edward Jaeger para producir relojes exclusivos. Cabe destacar  que esta afamada casa relojera  ocupó un puesto en el escenario. El primer reloj Baguette tuvo un lugar en la obra de Bradway de Anita Loo, "Gentlemen prefer blondies". También la leyenda de la plantalla Gloria Swanson usó pendiente y brazaletes, que ella misma compró, en la película "Sunset Boulevard". Tampoco podía faltar la serenísima Grace Kelly, quien recibió numerosos obsequios de la marca al contraer nupcias con el Príncipe Rainero de Mónaco. La actriz mejicana María Félix comisionó a Cartier para hacer un excéntrico collar de diamantes en forma de serpiente. Mas tarde la marca lanzaría una colicción denomidada "La Doña" en su honor.
Fué en el año de 1964, luego de la muerte de Pierre Cartier que sus descendientes, cada uno en sus sedes de Paris, Londres y NY deciden vender la marca.
Un grupo liderado por Joseph Kanoui compraron Cartier Paris, lanzando la campaña "cartier it´s a must", en colaboración con Alain Dominique Perrin, junto con una colección de joyas y piezas que la casa joyera diseñaba desde un principio. No pasó mucho tiempo después que compraron las dos sedes restantes de la marca. Así  nació Cartier Monde, empresa que reunificó las tres sedes.

Hoy por hoy Cartier es una de las marcas de alta joyería mas influyente e importante en el mundo del lujo. Operando mas de 200 tiendas alrededor del mundo, en 125 países diferentes y ha pasado a ser un ente de peso dentro de nuestra cultura.





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